La pequeña historia de un ‘inmortalizador’ de culebras de Guadalajara

31/05/2024 - 10:58 FCV

“Es un animal más”. Eso es lo que siente cada vez que coge la bici y ve una culebra un vecino de la capital. “Bueno, hay algunas que tienen un tamaño considerable”, rectifica a medias. “En una ocasión una se me lanzó al móvil y me lo tiró de la mano”, matiza. Sucedió en una de tantas ocasiones que las inmortaliza. 

“Me asusté, porque siempre se habían quedado quietas, pero las arrimas tanto el móvil que se asustan aún más que yo, porque realmente no muerden”.

José Gragera, a sus 68 años, tiene una doble afición, una doble pasión: La referente a las dos ruedas y la fotografía. Aprovecha sus salidas por los campos de La Alcarria, Guadalajara, Iriépal, Horche, Lupiana, Chiloeches, Atanzon, Centenera, y Alto Tajo  para matar dos pájaros de un tiro: Montar en bicicleta de montaña y, cuando tiene la oportunidad, realizar instantáneas.

Unas fotos que, en el caso de las culebras, son harto difíciles de inmortalizar porque, como dice, “son muy huidizas”. Asimismo ha hecho lo propio con buitres, corzos, jabalíes, incluso jabatos. En cambio sí que las ha cogido en uno de sus momentos de relax en la ribera del Henares, concretamente la que se encuentra en la foto, que captó el pasado martes.

“Ayer vi dos por caminos de Horche. Anteayer tres, por la Galiana”, continúa. Es difícil fotografiarlas, “porque cuando sienten la vibración del suelo, se van. Aunque algunas se quedan quietas y no se mueven”, añade.

Respecto a los buitres y corzos asegura que “hay muchos entre Torija, Brihuega, Trijueque, se ven por muchos sitios, y los corzos ya es demasiado, se ven por cualquier lado”, aporta. A partir de mayo, hay dias que ve 40 ó 50 corzos. "Me muevo por un radio de 50 ó 60 kilometros. En una ruta  nocturna que hacemos por Peña Hueva, Valdegrudas, vegas del Matayeguas y Hungria, al anochecer te los puedes encontrar bebiendo en torno a los arroyos", describe. 

Durante sus largos trayectos en ocasiones ve buitres que no levantan el vuelo de lo saciados que están. "Recuerdo hace años, por encima del Pico del Águila, vi a 30 ó 40 . Me dio miedo y me di la vuelta, los animales ni se movieron. A los días pasé por allí y había dos esqueletos de corzos muertos. Se los estaban  comiendo. Ya cebados, la mayoría se quedaron allí, no podían ni despegar de lo llenos que estaban", rememora.