La plenitud de Talavante ante el aroma de Morante
Una oreja cortaron ambos diestros a una noble y floja corrida de Juan Pedro Domecq.
Por los aledaños de la plaza transpiraba el ambiente de las grandes citas al reclamo de tres máximas figuras. Sin terminar de tomar asiento los más rezagados, se anunció la salida del primero y ante la perplejidad de todos, saltaron al ruedo juntos dos toros (primero y segundo de lidia). Un problema con una de las puertas de los chiqueros propició tal desaguisado y hasta el mismo Morante hubo de ayudar a devolver el segundo a chiqueros. Vuelta la normalidad, arrancó una corrida a la que faltó, a la postre, la foto de la puerta grande. A un paso quedó de alcanzarla Alejandro Talavante, que sólido y en plenitud, cuajó una gran faena a su primero. Dos series profundas de toreo al natural argumentaron una oreja de peso. Otra pasearía Morante, que envuelto bajo una aureola de expectación, se gustó con el cuarto en faena de aroma y muletazos preñados de pellizco. La espada y la suerte le anduvieron esquivas a Manzanares, que pasó de puntillas por la Muralla.
A golpe de inspiración
Morante se hizo presente en el ruedo con el colorado que abrió plaza. Cuatro verónicas, como cuatro soles, servían para alumbrabar el camino. El mentón, al pecho. Las muñecas, sueltas. Y el resto del cuerpo, a torear en vivo y en directo. Morante pedía resuello para un toro que tenía más voluntad de embestir que cuerpo para poder hacerlo. Desde los ayudados por alto, todo hubo que plantearlo por arriba para poder aliviarlo. A media altura respondía el toro y también el público, que estuvo toda la tarde a favor del diestro de La Puebla. La obra estuvo salpicada de golpes de pinturería en formas y en resolución. El natural voló grácil, como también el molinete abelmontado y los remates jacarandosos en el cierre de obra. Mató mal o peor y la espada se llevó todo por delante.
El toro cuarto tuvo otro brío y poder. Lo vió pronto Morante, que brindó al público y dejó dos series de derechazos que resultaron pura delicia. Compás en la muleta dormida de Morante, dejándola puesta en la cara del animal. Por la izquierda no respondió igual. Sin obligar ni obligarse, anduvo a gusto en faena tan suave y medida...La estocada, en dos tiempos, resultó resolutiva y Morante paseó el trofeo en medio de una gran aclamación.
Emoción de Talavante
Con el enmorrillado tercero se reencontró Talavante con la afición de Brihuega en pinturero y variado saludo. La cuadrilla cuidó las fuerzas justas del juampedro en los primeros tercios. Y tras el brindis se fue Talavante a por él, sabedor de su clase y también, de su posible poca duración. Cuando al natural tomó la medida, los naturales brotaron por abajo con largura y hondura inmaculadas. El juampedro seguía los vuelos con franqueza y se encontró con la muñeca engrasada de Alejandro. Tres días antes en Madrid, ahora en Brihuega. La plaza respondió ante esa izquierda, que es privilegio de los elegidos. Flexible la cintura de junco, cobró la faena una dimensión talavantista. La arrojada arrucina, en evocadora reminiscencia mejicana, y el afarolado surgieron como un guiño a la improvisación. El fondo de la embestida empezó a apagarse y entonces, el cite de frente, tan de verdad, desembocó en una salida airosa mirando al tendido. Las manoletinas de cierre y la eficiencia estoqueadora dieron paso al trofeo. No pudo Talavante redondear la tarde con el afligido sexto, que pronto se rajó. Con ímprobo esfuerzo intentó pasarlo al abrigo de las tablas en la misma puerta de chiqueros, donde encontraría su marcada querencia. El pinchazo previo a la estocada, cerró definitivamente la esperada puerta grande como colofón a una seria tarde de Talavante en Brihuega.
Manzanares, sin espada
El gacho segundo resultó tan justo de raza como las hechuras que apuntalaba. Las series cortas de Manzanares apenas dejaban el calado de su habitual empaque, pero en el núcleo central, toro y torero parecieron entenderse. Tiempo y sitio como balón de oxígeno para la justeza de fuerzas. Inesperadamente, Manzanares, manejó mal la espada y la faena quedó ensombrecida. Quiso el alicantino quitarse la espina de la frustracción con el que hizo quinto, al cual cuajó con el capote en majestuosos lances. Colocaba bien la cara el astado en las telas y las verónicas manzanaristas se dibujaban en el ruedo ante los sones del pasodoble ‘Sangre Torera’, himno taurino de esta tierra. Apretaba el toro con cierto celo y las buenas maneras se evidenciaron en el caballo y en banderillas. El volatín, en el prólogo del tercer par de banderillas, sonó a golpe de infortunio y determinó el posterior estado de la res. Feble e inválido llegó el toro a la muleta y Manzanares tan sólo pudo testear la imposibilidad de lucimiento.
FICHA TÉCNICA
Seis toros de Juan Pedro Domecq. Encierro de parejas hechuras. Terciados, nobles y blandos. Desarrollaron mayor fondo, tercero y cuarto. .
Morante de la Puebla, azul marino y oro: cuatro pinchazos, pinchazo hondo y descabello (silencio). En el cuarto, estocada caída en dos tiempos (una oreja). José María Manzanares, nazareno y oro: dos pinchazos y más de media estocada (silencio). En el quinto, dos pinchazos, se echa y es apuntillado (silencio). Alejandro Talavante, lila y oro: pinchazo hondo tendido y descabello (una oreja). En el sexto, pinchazo y estocada trasera y tendida (silencio).
Plaza de toros de La Muralla. Corrida de Primavera. Sábado 19 de mayo de 2018. Casi lleno. Incidencias: la corrida comenzó con un retraso de veinte minutos debido a un problema en chiqueros que ocasionó que saltasen a la vez dos toros al ruedo.