La ‘Serenidad’ de Javier Díez se expone estos días en la capital

01/10/2010 - 09:45 Hemeroteca

Mecidas plácidamente sobre las blancas paredes del estudio de Laura Domínguez se muestran las pinturas de Javier Díez, artista de origen alcalaíno estrechamente vinculado con esta tierra alcarreña.
Destaca de su colección formada por algo más de una decena de tablas y óleos sus colores, que sin llegar a los valores más puros buscan infinitos matices para dar forma a unos objetos que se encaprichan en ser reproducidos sobre fondos negros, técnica arriesgada para los tiempos que corren, pero que buscan rememorar la época artística en la que lució con más fuerza, el Siglo de Oro. Es, en definitiva, la Serenidad –título de la muestra– personificada, que lejos de llegarse a atribuir los típicos paisajes campestres o costeros, toman cuerpo en bodegones que almacenan en sus diferentes objetos innumerables formas.
Es esta particular conjunción de colores y maneras del bodegón la que le ha llevado a especializarse en esta modalidad artística. Su porqué, resulta sencillo: “Pinto bodegones no porque el bodegón me atraiga más que otras cosas, sino por la facilidad que tiene el jugar con elementos simples, sencillos, que puedes tener cercanos para manejar, trabajar y componer de forma libre, investigando respecto a la luz, las formas, los colores o la colocación”.
Será a través de esas líneas, y a modo de divertido juego para el observador, donde se puedan apreciar algunas de sus influencias pictóricas del artista, como la del pintor extremeño Zurbarán y su conocida obra Bodegón de Cacharros –expuesta en el Museo del Prado– o el escultor vasco Jorge Oteíza, del que ha heredado su interés por la ocupación del espacio y el vacío de los elementos y la conjunción de las luces y las sombras. Otros, sin embargo, son simplemente un modo de ver y entender la pintura por este economista de profesión que dice sentirse “afortunado” por no dedicarse profesionalmente a la pintura, una afirmación que sin querer causar conmoción entre el mundo artístico, tiene una respuesta lógica: “Cuando uno tiene una actividad profesional siempre tiene que jugar con la necesidad de facturar y de que su actividad sea rentable; esto en el mundo del arte es muy difícil. Exceptuando las grandes presentaciones de los grandes museos, en general no se presta demasiada atención a los creadores ni a los artistas; ahí están las galerías vacías y los mercados tiritando porque se vende muy poco en esta época de desaceleración”. Lejos de esa inquietud y la necesidad de producir obras al “gusto”, la pintura es para este artista una manera de manifestarse, de aprovechar su tiempo de ocio para hacer algo para su propia satisfacción y, lo más importante, con total libertad en su ejecución.
La pintura es, en definitiva, el vehículo para la expresión y la comunicación, además de un elemento de canalización para la satisfacción de la persona que se para a ver uno de sus cuadros. Ello sólo será posible hasta el próximo 30 de junio en el estudio de Laura Domínguez, situado en la céntrica calle de la capital Marqués de Santillana, local 1-C, con un horario de visitas de 9.00 a 14.00 y de 16.00 a 19.00 horas de lunes a jueves, y de 8.00 a 15.00 horas los viernes.