Los malos hábitos "deben abordarse antes de los 13 años"
03/01/2011 - 13:33
Una tesis de la Universidad del País Vasco (UPV/EHU) defiende que la prevención contra los malos hábitos de vida, como una mala alimentación, la ingesta de alcohol, el sedentarismo, "deben abordarse incluso antes de los 13 años", según han explicado desde la universidad.
La investigadora Marta Arrue ha presentado la tesis titulada 'Hábitos de vida y factores psicológicos durante la adolescencia y juventud en la Comunidad Autónoma del País Vasco', en la que ha estudiado la conducta de 2.018 jóvenes del País Vasco.
Las primeras conclusiones que se desprenden del estudio son que los hábitos de vida poco saludables "ya se detectan" en la adolescencia temprana, y predominan "especialmente" entre las mujeres y los jóvenes de entre 19 y 26 años.
Por lo tanto, el documento incide en que las campañas de prevención deben tener "muy en consideración" dichos grupos de riesgo, y dirigirse incluso a menores de 13 años.
Los 2.018 jóvenes estudiados han contestado a diversos cuestionarios que han arrojado unos datos de sus hábitos de vida, según el sexo y la edad (adolescentes de 13 a 17 años y jóvenes de 18 a 26 años).
Éstos datos apuntan a que la juventud tiene más conductas de riesgo de las esperadas, e incluso de las que ellos mismos perciben, ya que creen estar más sanos de lo que realmente están.
El hábito menos saludable resulta ser el de la alimentación, seguido de la ingesta de alcohol, el sedentarismo, el riesgo en las relaciones sexuales, el consumo de tabaco y drogas y un sueño de baja calidad e insuficiente.
Por edades, destacan las conductas de riesgo que se presentan ya en la adolescencia temprana y todos los hábitos a excepción del sueño, que empeoran con los años. Arrue, en su tesis, determina que "se debe prestar especial atención a los adolescentes de 16 años", dado que es el punto de inflexión, la edad en la que se decantan bien hacia las actividades saludables, bien hacia las de riesgo.
Respecto al género, las mujeres presentan mayores conductas de riesgo que los hombres. El punto débil de las mujeres es el sedentarismo, el tabaco, el sueño y el riesgo de embarazo e infecciones de transmisión sexual. Los hombres, en cambio, presentan puntos débiles en el consumo de alcohol y drogas ilegales, así como en la alimentación.
Por otra parte, Arrue concluye que los factores de riesgo tienden a asociarse simultáneamente, aunque bien es cierto que las conductas saludables también vienen en cadena. Asimismo, dice que existe correlación, por ejemplo, entre la actividad física o falta de ella y el consumo o no de alcohol y tabaco.
Esto significa que no se debe minimizar la importancia de un único hábito de riesgo, ya que puede arrastrar otros. Pero a su vez, también facilita las campañas de prevención, ya que promover un único hábito de vida saludable puede acarrear más buenas conductas.
Factores psicológicos
Por otro lado, esta tesis no sólo describe los hábitos de vida, sino que realiza un análisis correlacional entre éstos y el estado psicológico de las personas estudiadas. Esta es una de sus principales aportaciones.
Los resultados muestran que los adolescentes y los jóvenes con hábitos de vida saludables tienen una autoestima más elevada, mayor bienestar psicológico, mayor satisfacción corporal y menos indicadores psicopatológicos.
Arrue afirma, además, que hay un efecto de retroalimentación entre los hábitos y las condiciones psicológicas, ya que unos buenos hábitos benefician la salud psicológica, y, a su vez, son unas condiciones psicológicas óptimas las que facilitan llevar una vida sana.
Prevención
Precisamente por correlaciones positivas como ésta, la investigadora destaca "la importancia" de tener en cuenta las múltiples variables que rodean el hábito de vida al lanzar las campañas de prevención.
Además del factor psicológico, sugiere que deberían considerarse factores como el cultural, el económico o el legal (la escasa protección de los menores frente al alcohol y el tabaco).
La investigadora recuerda que "la tendencia a los malos hábitos no se debe a la falta de información, ya que de eso ya se han encargado las numerosas campañas realizadas, por lo que deben de estar implicados otros factores". Por lo tanto, la lucha contra los malos hábitos de vida requiere "un abordaje multifactorial y pluridisciplinar, además de detectar el problema lo más tempranamente posible y prestar especial atención a los grupos de riesgo (mujeres y jóvenes)", concluye la tesis.
Las primeras conclusiones que se desprenden del estudio son que los hábitos de vida poco saludables "ya se detectan" en la adolescencia temprana, y predominan "especialmente" entre las mujeres y los jóvenes de entre 19 y 26 años.
Por lo tanto, el documento incide en que las campañas de prevención deben tener "muy en consideración" dichos grupos de riesgo, y dirigirse incluso a menores de 13 años.
Los 2.018 jóvenes estudiados han contestado a diversos cuestionarios que han arrojado unos datos de sus hábitos de vida, según el sexo y la edad (adolescentes de 13 a 17 años y jóvenes de 18 a 26 años).
Éstos datos apuntan a que la juventud tiene más conductas de riesgo de las esperadas, e incluso de las que ellos mismos perciben, ya que creen estar más sanos de lo que realmente están.
El hábito menos saludable resulta ser el de la alimentación, seguido de la ingesta de alcohol, el sedentarismo, el riesgo en las relaciones sexuales, el consumo de tabaco y drogas y un sueño de baja calidad e insuficiente.
Por edades, destacan las conductas de riesgo que se presentan ya en la adolescencia temprana y todos los hábitos a excepción del sueño, que empeoran con los años. Arrue, en su tesis, determina que "se debe prestar especial atención a los adolescentes de 16 años", dado que es el punto de inflexión, la edad en la que se decantan bien hacia las actividades saludables, bien hacia las de riesgo.
Respecto al género, las mujeres presentan mayores conductas de riesgo que los hombres. El punto débil de las mujeres es el sedentarismo, el tabaco, el sueño y el riesgo de embarazo e infecciones de transmisión sexual. Los hombres, en cambio, presentan puntos débiles en el consumo de alcohol y drogas ilegales, así como en la alimentación.
Por otra parte, Arrue concluye que los factores de riesgo tienden a asociarse simultáneamente, aunque bien es cierto que las conductas saludables también vienen en cadena. Asimismo, dice que existe correlación, por ejemplo, entre la actividad física o falta de ella y el consumo o no de alcohol y tabaco.
Esto significa que no se debe minimizar la importancia de un único hábito de riesgo, ya que puede arrastrar otros. Pero a su vez, también facilita las campañas de prevención, ya que promover un único hábito de vida saludable puede acarrear más buenas conductas.
Factores psicológicos
Por otro lado, esta tesis no sólo describe los hábitos de vida, sino que realiza un análisis correlacional entre éstos y el estado psicológico de las personas estudiadas. Esta es una de sus principales aportaciones.
Los resultados muestran que los adolescentes y los jóvenes con hábitos de vida saludables tienen una autoestima más elevada, mayor bienestar psicológico, mayor satisfacción corporal y menos indicadores psicopatológicos.
Arrue afirma, además, que hay un efecto de retroalimentación entre los hábitos y las condiciones psicológicas, ya que unos buenos hábitos benefician la salud psicológica, y, a su vez, son unas condiciones psicológicas óptimas las que facilitan llevar una vida sana.
Prevención
Precisamente por correlaciones positivas como ésta, la investigadora destaca "la importancia" de tener en cuenta las múltiples variables que rodean el hábito de vida al lanzar las campañas de prevención.
Además del factor psicológico, sugiere que deberían considerarse factores como el cultural, el económico o el legal (la escasa protección de los menores frente al alcohol y el tabaco).
La investigadora recuerda que "la tendencia a los malos hábitos no se debe a la falta de información, ya que de eso ya se han encargado las numerosas campañas realizadas, por lo que deben de estar implicados otros factores". Por lo tanto, la lucha contra los malos hábitos de vida requiere "un abordaje multifactorial y pluridisciplinar, además de detectar el problema lo más tempranamente posible y prestar especial atención a los grupos de riesgo (mujeres y jóvenes)", concluye la tesis.