Momias: Malditos colonialistas
Ir con mi hijo al cine está haciendo que cambie mi perspectiva sobre algunas cosas... bueno, sobre todo en lo referente al cine infantil. Me he dado cuenta de lo incapaz que soy de juzgarlo. Películas como la última entrega de los Minions o Buzz Lightyear le hicieron removerse incómodo en la butaca mientras yo disfrutaba como un enano. Y sin embargo, ya hemos visto tres o cuatro veces Mundo extraño y Sonic 2. Eso sí, al menos coincidimos en cantar entusiasmados aquella estrofa tan pegadiza del Gato con Botas 2: "¿Quién es tu héroe favorito?"
Y en Momias volvemos a disentir ligeramente. A mí el arranque se me hace un poco lento, plomizo incluso e insustancial. Él comía chucherías y solo despegó los ojos de la pantalla una vez para -y esto es una costumbre suya habitual- darse la vuelta en la butaca y comprobar si el resto de la sala también está disfrutando.
La última producción de la factoría Solis nos lleva al antiguo Egipto, justo en el momento en el que un intrepido piloto de aurigas tiene un fatal accidente en medio de una carrera. Sin embargo, la muerte no es tan muerte y retomamos la historia con él convertido en una momia con aspecto bastante humano viviendo la eternidad en un más allá de momias, junto a su hermano momia y un gracioso perro-cocodrilo-momia. Allí conocerá a una princesa momia con la que se llevará muy mal de entrada, por cierto.
La cosa es que por cosas de la vida -de la vida de otros, claro, porque ellos están muertos-, un arqueólogo llega a la ciudad momia y roba un valioso tesoro que nuestros héroes deben recuperar a toda costa. Y eso les lleva a Inglaterra, donde tanto tesoros de pirámides ´sustraidos´ por los arqueólogos han terminado porque en Inglaterra otra cosa no, pero de coger cosas de otros saben un rato.
Momias no deja de ser una comedia romántica infantil con un leve transfondo de aventuras, nada que pueda inquietar en exceso, y unos cuantos valores tradicionales que atiza a las conductas colonialistas tan defendidas en otra época por el cine de aventuras. Una película que gusta a los niños y que, sin razón que aún pueda explicar, logró emocionar a este adulto en sus minutos finales.
Eso sí, más allá de los meritos de la película, hay que reconocer que Solís se mantiene en un estilo perfectamente reconocible y que parece estar triunfando también a nivel internacional. Todo un orgullo para una ciudad en la que este creador ha establecido el estudio de animación que tan buenos resultados está cosechando.