Motivos seguntinos, manos cifontinas

01/10/2010 - 09:45 Hemeroteca

Luis Viejo nos muestra en su casa los cuadros que horas más tarde expondría en la ermita de San Roque.
Con la ilusión propia de un muchacho de 12 años afrontaba en la tarde de ayer el canónigo de la santa iglesia catedral basílica de Sigüenza, Luis Viejo Montolío, su duodécima exposición pictórica. Esta vez, el lugar escogido fue la sala de exposiciones de la Ermita de San Roque de la Ciudad de El Doncel, que se llenó para la ocasión de autoridades políticas, amigos, compañeros y feligreses.
Decorando el espacio se reúnen un total de 37 cuadros, donde abundan los motivos seguntinos, especialmente los que recogen la silueta del castillo desde sus más diversas perspectivas, o su querida catedral, de la que ha sido párroco durante 21 años.
Junto a ellas se encuentran los temas florales, donde las gardenias, pensamientos, las rosas o los tulipanes ofrecen un abanico multicolor a la estancia.
Por último, se suceden los motivos varios, donde tienen cabida el castillo de Cifuentes, su localidad natal, algún bodegón o motivos religiosos, como el gran cuadro con el rostro de Jesús, el divino maestro vestido como un rabino.
Tres temáticas plasmadas en óleo y acuarelas sobre lienzo y tabla con una sólo máxima: “Dar optimismo y recreo a los que puedan contemplar mis cuadros”. Es por ello que procura siempre dar mucha luz a los mismos, jugando con los contrastres de las sombras. Una técnica que ha ido perfilando con el paso del tiempo y su metodología audodidacta, perfeccionada a partir de una diplomatura en Dibujo que conseguiría cuando contaba con tan sólo 12 años. Desde entonces y hasta ahora, con 79 años, la pintura supone para Luis Viejo “un recreo, un hobby y una diversión enorme”, sin perder de vista su gran objetivo, “transmitir y contagiar optimismo a la sociedad nuestra, tan conflictiva en algunos momentos”.
Los cuadros que forman parte de la exposición pictórica pueden adquirise desde los 100 euros hasta los 300. “Precios módicos –según Viejo– para afrontar la época de desaceleración económica en la que nos encontramos”, y cuyo destino, ajeno al lucro, no es más que costear la misión alentadora de sus cuadros.
Emocionado aún por esta última exposición en Sigüenza –anteriormente ha expuesto en diversas salas de exposiciones de Guadalajara y Cifuentes–, ante la pregunta de si hará próximamente una nueva exposición, Luis Viejo sonríe y contesta que ya tiene 80 años, una avanzada edad que no le permite hacer planes a largo plazo, pero que si Dios se lo permite, en dos años volverá a plasmar nuevamente rincones, calles y lugares emblemáticos de Sigüenza, “porque los seguntinos son muy amantes de su pueblo, les gusta verlo reflejado y a mí también”.
Paralelamente, y aprovechando el acompañamiento de sus amigos, Luis Viejo regaló a todos los asistentes su recién estrenado libro, Leyendas y Relatos de Cifuentes, que al estilo del poeta Gustavo Adolfo Bécquer narra pequeños relatos históricos de su ciudad natal.
La exposición de óleos de este “pintor franciscano de lluvias y flores que enseña a amar las hermanas cosas”, tal y como expresa su gran amigo y profesor de Filosofía y Lenguas Clásicos, Marciano Somolinos de la Vega, permanecerá abierta al público seguntino y foráneo hasta el próximo domingo, 20 de julio, con una horario de visitas de 12.00 a 14.00 horas durante las mañanas y de 19.00 a 21.00 horas por las tardes. Una ocasión única para conocer Sigüenza desde la mirada del amor al prójimo y a las cosas que nos rodean.

Costumbrismo seguntino

Aunque cifontino de nacimiento, Luis Viejo se confiesa un enamorado de Sigüenza. Su amor por este municipio, que le ha acogido como párroco durante más de 20 años, le llevado a retratar sus calles, sus casas, sus gentes, su naturaleza, pero sobre todo sus dos edificios más emblemáticos, el castillo y la catedral, de la que dice vivir junto a ella.

Fruto de su observación entretenida de su querida y admirada Sigüenza nace la que se ha convertido en su duocédima exposición, tan emocionante y emocionada como la primera, que viene a formar parte de una dilatada trayectoria pictórica, combinada a la perfección y complementada con su vida eclesiástica.