Nacer Khemir muestra el Islam más espiritual y místico en su cuarto filme

01/10/2010 - 09:45 Hemeroteca

Por: CH. L MONJAS. COLPISA
El desierto y las relaciones Oriente-Occidente son constantes en la filmografía de Nacer Khemir, director, guionista, poeta, pintor y escultor tunecino que muestra el Islam más espiritual y místico en la que es su cuarta película, ‘Bab’Aziz’.
A través del viaje por el desierto de un anciano sufí ciego y su nieta, Khemir se acerca a la tradición cultural islámica y hace un retrato del Islam “que no tiene nada que ver con el terrorismo. Desde el 11-S, Occidente relaciona esta religión con el fundamentalismo y el radicalismo, y yo hablo de una cultura abierta, tolerante y llena de sabiduría”, señala el autor de este filosófico y poético cuento que llega a nuestras pantallas.
Bab’Aziz, la segunda de sus historias que se estrena en España, es el nombre del derviche ciego –su filosofía se basa en el amor y la negación de toda forma de violencia y practican una danza sagrada que consiste en girar, a veces durante horas, hasta llegar al trance- que recorre el desierto con su nieta en busca de la gran reunión de derviches que se celebra cada treinta años.
Siguiendo la estructura de un cuento clásico, este artista educado en Francia advierte que, aunque en el dossier de prensa figure que el gran Tonino Guerra es coguionista de la narración, el guión es enteramente suyo. “El productor alemán decidió poner su nombre para tener subvención europea”, argumenta este cineasta que expone su herencia religiosa en un momento en el que Occidente se habla, sobre todo, del Islam más radical.
Dice Khemir que ha tratado de dar rostro a una cultura que se conoce muy poco. El terrorismo es monstruoso, pero hay muchos medios occidentales a los que les interesa hacer creer que el Islam sólo es eso. En tiempos de paz, la pintura y la escultura me hubiera bastado para vivir, pero en estos tiempos tan curiosos la imagen es muy importante”, declara este director para quien el arte supera “las religiones y las fronteras, que son muy complicadas de trazar porque siempre se está en el Oriente u Occidente de algo, al Sur o al Norte de alguien”, dice.
Las películas de Nacer Khemir no van dirigidas a un público concreto “porque algunas se han recibido de forma muy intensa en Japón y Estados Unidos, mientras que el espectador árabe las ha encontrado lejanas”, subraya este director a quien filmar en los desiertos de Túnez e Irán con una niña, un anciano de 86 años, a 40 kilómetros del primer teléfono le resultó “complicado”.
“Dormimos en barracones de una mina de oro abandonada que está llena de escorpiones -recuerda-. Lo teníamos todo en contra pero muchos del equipo creían que nos protegían los derviches. El desierto no es sólo un paisaje, también es un lugar mental. El que no conoce el desierto, no sabe lo que es la hospitalidad”, asegura.