¡Qué ruina de película! recoge los grandes errores del cine clásico
01/10/2010 - 09:45
El éxito nunca está garantizado en el cine. Calcular los beneficios económicos y artísticos de una película no es fácil ni siquiera en la fábrica de sueños, Hollywood, que ha derrochado millones y millones de dólares en proyectos que han sido una ruina. La industria del entretenimiento se ha equivocado en sus predicciones y ha tenido escandalosos fracasos que han arrasado estudios y destruido carreras.
Muchas de las historias que se hicieron con sangre, sudor y lágrimas se recogen en ¡Qué ruina de película! Los grandes fiascos del cine clásico (T&B), un voluminoso libro que cuenta la trastienda de Cleopatra, Tierra de faraones, El príncipe y la corista, Rebelión a bordo, 55 días en Pekín, La caída del imperio romano y La jauría humana, entre otros grandes tropiezos.
El primer megadesastre de la meca del cine fue Intolerancia (1916), de D.W.Griffith. Se produjo con 386.000 dólares de los de entonces, dinero con el que se construyó un increíble set que aún hoy sigue siendo la mayor estructura creada para una película de 4.000 extras que, entre otros episodios, recreaba la destrucción de Babilonia. Griffith lo perdió todo y tardó más de veinte años en cubrir todas las deudas que generó este título que se adelantó a su tiempo y que el público no estaba preparado para comprender.
Tres años le costó a Howard Hughes poner en pie Los ángeles del infierno (1930), que nació muda y fue rehecha como una cinta sonora. Desfile de directores antes de que este millonario obsesionado por el celuloide decidiera hacerlo el mismo; numerosos accidentes, algunos mortales; y una secuencia que se tardó en rodar seis meses hasta que no salieron las nubes adecuadas para los quince aviones que esperaban en el hangar, dejó a Hughes con 1,5 millones de dólares en números rojos.
No corrió mejor suerte Cumbres borrascosas (1939), la romántica novela de Emily Bronte que el tirano William Wyler llevó a fotogramas con Laurence Olivier y Merle Oberon. Esta pareja se detestaba, por lo que hubo broncas, espantadas y reconciliaciones. Candidata a ocho Oscar, la cinta tuvo decepcionantes resultados comerciales, aunque ha sobrevivido al paso del tiempo para situarse como una de las películas de amor más hermosas de la historia del cine.
Excesos de estrellas
Hitchcock conocía los gustos del público y sabía conjugar los elementos para que sus trabajos funcionaran en taquilla, pero el mago del suspense no era infalible y la prueba está en Atormentada, uno de los peores sinsabores de su carrera. No fue cuidadoso con el dinero, tuvo una huelga de eléctricos y no logró un buen clima con Ingrid Bergman, cuyo idilio con Rossellini enfadó a los sectores más puritanos de Estados Unidos. Esto afectó negativamente al filme, que cayó pronto de la cartelera.
Marilyn Monroe convirtió El príncipe y la corista (1957) en una pesadilla. Llegaba siempre tarde al plató y exigía innumerables tomas para corregir hasta los más mínimos gestos, lo que sumía en la desesperación a Laurence Olivier, que dijo que la estrella rubia olía a sudor.
Tampoco fue un rodaje feliz el de Orgullo y pasión (1957), historia que Stanley Kramer firmó en España con decorados colosales, reparto multiestelar Frank Sinatra, Cary Grant y una jovencisíma Sophia Loren- y miles de extras. Como sus personajes, Grant y Sinatra se enamoraron de la exhuberante italiana. La Voz siempre lo negó, pero los celos hicieron que ridiculizara al galán Grant sobre su sexualidad al llamarle madre Cary. Su presupuesto superó los cuatro millones de dólares inicialmente previstos y la última secuencia, el asalto a Ávila en tres minutos, fue el mayor gasto en un solo día de rodaje en Europa: 30.000 dólares.
Bajo la dirección de Marlon Brando, el presupuesto de El rostro impenetrable (1961) se disparó de 1.600.000 a 6.500.000 dólares. Los excesos del astro norteamericano hicieron que los ejecutivos de la Paramount le quitaran el control del que podría haber sido el mejor western nunca filmado y se quedó en una película de mala calidad, en palabras del actor más grande del cine moderno.
El primer megadesastre de la meca del cine fue Intolerancia (1916), de D.W.Griffith. Se produjo con 386.000 dólares de los de entonces, dinero con el que se construyó un increíble set que aún hoy sigue siendo la mayor estructura creada para una película de 4.000 extras que, entre otros episodios, recreaba la destrucción de Babilonia. Griffith lo perdió todo y tardó más de veinte años en cubrir todas las deudas que generó este título que se adelantó a su tiempo y que el público no estaba preparado para comprender.
Tres años le costó a Howard Hughes poner en pie Los ángeles del infierno (1930), que nació muda y fue rehecha como una cinta sonora. Desfile de directores antes de que este millonario obsesionado por el celuloide decidiera hacerlo el mismo; numerosos accidentes, algunos mortales; y una secuencia que se tardó en rodar seis meses hasta que no salieron las nubes adecuadas para los quince aviones que esperaban en el hangar, dejó a Hughes con 1,5 millones de dólares en números rojos.
No corrió mejor suerte Cumbres borrascosas (1939), la romántica novela de Emily Bronte que el tirano William Wyler llevó a fotogramas con Laurence Olivier y Merle Oberon. Esta pareja se detestaba, por lo que hubo broncas, espantadas y reconciliaciones. Candidata a ocho Oscar, la cinta tuvo decepcionantes resultados comerciales, aunque ha sobrevivido al paso del tiempo para situarse como una de las películas de amor más hermosas de la historia del cine.
Excesos de estrellas
Hitchcock conocía los gustos del público y sabía conjugar los elementos para que sus trabajos funcionaran en taquilla, pero el mago del suspense no era infalible y la prueba está en Atormentada, uno de los peores sinsabores de su carrera. No fue cuidadoso con el dinero, tuvo una huelga de eléctricos y no logró un buen clima con Ingrid Bergman, cuyo idilio con Rossellini enfadó a los sectores más puritanos de Estados Unidos. Esto afectó negativamente al filme, que cayó pronto de la cartelera.
Marilyn Monroe convirtió El príncipe y la corista (1957) en una pesadilla. Llegaba siempre tarde al plató y exigía innumerables tomas para corregir hasta los más mínimos gestos, lo que sumía en la desesperación a Laurence Olivier, que dijo que la estrella rubia olía a sudor.
Tampoco fue un rodaje feliz el de Orgullo y pasión (1957), historia que Stanley Kramer firmó en España con decorados colosales, reparto multiestelar Frank Sinatra, Cary Grant y una jovencisíma Sophia Loren- y miles de extras. Como sus personajes, Grant y Sinatra se enamoraron de la exhuberante italiana. La Voz siempre lo negó, pero los celos hicieron que ridiculizara al galán Grant sobre su sexualidad al llamarle madre Cary. Su presupuesto superó los cuatro millones de dólares inicialmente previstos y la última secuencia, el asalto a Ávila en tres minutos, fue el mayor gasto en un solo día de rodaje en Europa: 30.000 dólares.
Bajo la dirección de Marlon Brando, el presupuesto de El rostro impenetrable (1961) se disparó de 1.600.000 a 6.500.000 dólares. Los excesos del astro norteamericano hicieron que los ejecutivos de la Paramount le quitaran el control del que podría haber sido el mejor western nunca filmado y se quedó en una película de mala calidad, en palabras del actor más grande del cine moderno.