Schawäbisch Hall, una joya medieval alemana
05/10/2011 - 10:21
Recorrer una bella ciudad medieval, con sus encantadoras calles estrechas, sus viejos puentes de madera y sus vistosas casitas de paredes entramadas, y al mismo tiempo poder disfrutar del arte moderno no solo en un museo cerrado sino en las propias calles de la villa no es algo fácil de encontrar en la vieja Europa y, sin embargo, estas dos circunstancias se pueden disfrutar en una antigua ciudad imperial libre de Alemania, cuyo nombre es Schawäbisch Hall. Una histórica villa que, gracias a su olvido en los últimos siglos y a que apenas fue bombardeada en la II Guerra Mundial, ha permanecido intacta y bella como en su época dorada medieval.
Los treinta y seis mil habitantes de esta ciudad enclavada a orillas del río Kocher, en la zona más oriental del estado de Baden-Württenberg, junto a la ya cercana Baviera, no sólo mantienen vivo el legado histórico que heredaron por ser una ciudad rica en yacimientos de sal, el auténtico oro blanco de la Edad Media, sino que ahora pueden deleitarse en su encantador casco viejo con esculturas de artistas tan importantes como Eduardo Chillida o Henry Moore que cíclicamente son expuestas con las de otros autores en la vía pública sin que curiosamente sean objeto de ninguna acto de gamberrismo.
Y todo ello gracias a su mecenas, un poderoso empresario alemán de nombre Reinhold Wurth, de 70 años, que ha donado a la ciudad su colección privada de más de seis mil piezas de dibujo, pintura y escultura y ha dado nombre a una Galería de Arte, ya con fama mundial pues por ella han desfilado los artistas más destacados del siglo XX (Picasso, Liebermann, Hrdlicka...), que fue inaugurada en mayo de 2001 bajo la presidencia del canciller Gerhard Schröder.
Es precisamente desde la Wurth Art Gallery desde donde se recomienda el inicio de la visita. Primero, porque desde su explanada se puede admirar una fantástica vista de la ciudad levantada en las faldas del Kocher Hall, y segundo, porque si uno ha llegado cansado hasta este lugar puede disfrutar de una variedad fantástica de cervezas en la SudHaus ("el castillo de la cerveza"), un edificio situado junto al nuevo museo que fue fábrica de cervezas desde 1904 y que hoy es un restaurante afamado en toda la región tanto por sus modernos platos como por las cervezas que siguen elaborando de modo artesanal y que continúan deleitando a los que se acercan hasta aquí.
Desde el citado "balcón" de la galería de arte se divisa con claridad la Iglesia de Saint Michael, el primer gran edificio de la ciudad, de estilo gótico-romántico, que alberga en su interior un gran número de obras de arte exquisitas, entre las que destaca su altar mayor (1470) con más de cincuenta figuras que representan La Pasión de Jesús. Vale la pena subir a la torre desde donde se tiene una insuperable panorámica del casco viejo presidido por el Ayuntamiento. En 2006 este templo y la ciudad en sí celebraron el 850 aniversario de su fundación.
Pero quizás lo que más llama la atención al viajero cuando se acerca en verano a esta bella iglesia son las originales representaciones de teatro que se desarrollan en la escalinata del templo. Desde 1925 los cincuenta y cuatro escalones que conducen hasta el arcángel San Miguel en la entrada de la iglesia ("de la tierra al cielo") han sido testigos de numerosas obras de teatro clásico, teatro moderno y musicales y al parecer sin que se hayan producido accidentes de los actores, lo cual parece increíble si se observa la inclinada perspectiva desde la plaza del Mercado, situada a los píes del conjunto histórico, el lugar más animado de la villa donde también se puede tomar café o comprar en los mercadillos que se instalan semanalmente.
A partir de esta plaza, el auténtico corazón de la ciudad, lo más aconsejable es dar algún tranquilo paseo por las calles céntricas en una zona casi cerrada completamente al tráfico con el Instituto Goethe a la cabeza, el segundo más grande de Alemania, o por el río Kocher que cuenta en este lugar con varias islas (en una de ellas se levanta el teatro de la ciudad) comunicadas por los viejos puentes de la villa o, si se dispone de más tiempo, disfrutar del balneario de aguas salinas (con un 3,5-4% de contenido de sal). También es recomendable acercarse al Museo Franco-Helénico, enclavado en siete históricos edificios, donde se explica muy visualmente la historia de la ciudad y puede admirarse una pieza única en el mundo, el entarimado de madera de una sinagoga judía del año 1739 construida en una casa de una familia alemana.
Ya en las afueras de la ciudad, pero a las mismas puertas, se levanta el Gran Comburg. Parece una auténtica fortaleza, en realidad es un antiguo monasterio benedictino con torres romanas fundado en 1078 y que fue reformado posteriormente en estilo barroco. Cabe destacar su colección de candelabros giratorios y el altar dorado.
Y todo ello gracias a su mecenas, un poderoso empresario alemán de nombre Reinhold Wurth, de 70 años, que ha donado a la ciudad su colección privada de más de seis mil piezas de dibujo, pintura y escultura y ha dado nombre a una Galería de Arte, ya con fama mundial pues por ella han desfilado los artistas más destacados del siglo XX (Picasso, Liebermann, Hrdlicka...), que fue inaugurada en mayo de 2001 bajo la presidencia del canciller Gerhard Schröder.
Es precisamente desde la Wurth Art Gallery desde donde se recomienda el inicio de la visita. Primero, porque desde su explanada se puede admirar una fantástica vista de la ciudad levantada en las faldas del Kocher Hall, y segundo, porque si uno ha llegado cansado hasta este lugar puede disfrutar de una variedad fantástica de cervezas en la SudHaus ("el castillo de la cerveza"), un edificio situado junto al nuevo museo que fue fábrica de cervezas desde 1904 y que hoy es un restaurante afamado en toda la región tanto por sus modernos platos como por las cervezas que siguen elaborando de modo artesanal y que continúan deleitando a los que se acercan hasta aquí.
Desde el citado "balcón" de la galería de arte se divisa con claridad la Iglesia de Saint Michael, el primer gran edificio de la ciudad, de estilo gótico-romántico, que alberga en su interior un gran número de obras de arte exquisitas, entre las que destaca su altar mayor (1470) con más de cincuenta figuras que representan La Pasión de Jesús. Vale la pena subir a la torre desde donde se tiene una insuperable panorámica del casco viejo presidido por el Ayuntamiento. En 2006 este templo y la ciudad en sí celebraron el 850 aniversario de su fundación.
Pero quizás lo que más llama la atención al viajero cuando se acerca en verano a esta bella iglesia son las originales representaciones de teatro que se desarrollan en la escalinata del templo. Desde 1925 los cincuenta y cuatro escalones que conducen hasta el arcángel San Miguel en la entrada de la iglesia ("de la tierra al cielo") han sido testigos de numerosas obras de teatro clásico, teatro moderno y musicales y al parecer sin que se hayan producido accidentes de los actores, lo cual parece increíble si se observa la inclinada perspectiva desde la plaza del Mercado, situada a los píes del conjunto histórico, el lugar más animado de la villa donde también se puede tomar café o comprar en los mercadillos que se instalan semanalmente.
A partir de esta plaza, el auténtico corazón de la ciudad, lo más aconsejable es dar algún tranquilo paseo por las calles céntricas en una zona casi cerrada completamente al tráfico con el Instituto Goethe a la cabeza, el segundo más grande de Alemania, o por el río Kocher que cuenta en este lugar con varias islas (en una de ellas se levanta el teatro de la ciudad) comunicadas por los viejos puentes de la villa o, si se dispone de más tiempo, disfrutar del balneario de aguas salinas (con un 3,5-4% de contenido de sal). También es recomendable acercarse al Museo Franco-Helénico, enclavado en siete históricos edificios, donde se explica muy visualmente la historia de la ciudad y puede admirarse una pieza única en el mundo, el entarimado de madera de una sinagoga judía del año 1739 construida en una casa de una familia alemana.
Ya en las afueras de la ciudad, pero a las mismas puertas, se levanta el Gran Comburg. Parece una auténtica fortaleza, en realidad es un antiguo monasterio benedictino con torres romanas fundado en 1078 y que fue reformado posteriormente en estilo barroco. Cabe destacar su colección de candelabros giratorios y el altar dorado.