“Si he conseguido que la gente vea la biblioteca como algo propio, me daría por contenta”

12/08/2013 - 17:55 M.M.

Próxima a su jubilación, Blanca Calvo (Valladolid, 1949), directora de la Biblioteca Pública del Estado durante más de tres décadas, hace un repaso de todos estos años. Su nombre quedará ligado a Guadalajara por el Maratón de los Cuentos, los clubes de lectura, la promoción del hábito lector, la Feria del Libro de Guadalajara, la última etapa de la biblioteca en el palacio del Infantado y el inicio en Dávalos, su apertura a la sociedad y el crecimiento de socios y su oposición al canon por préstamo de libros, entre otras cosas. También la recordaremos, en su otra faceta pública, porque es la única mujer en la galería de alcaldes del Ayuntamiento de la capital, aunque ocupara este cargo solo durante un año.
Aunque le cuesta hacerse a la idea y reconoce que le da una pena tremenda dejar la biblioteca tiene claro que haga lo que haga a partir de ahora va a ser con un objetivo, intentar ser feliz. Afirma que seguirá vinculada a Guadalajara, al Maratón, a las bibliotecas y al mundo de la cultura, pero no quiere convertirse en “el fantasma” de Dávalos.
 ¿Cómo afronta el momento de su jubilación tras más de 30 años en la Biblioteca de Guadalajara?
 Con mucha tristeza porque es un recuerdo de la biología, de que te vas haciendo mayor, y eso refuerza la idea de que la vida es muy breve; y, luego, porque dejo un trabajo que me ha apasionado durante muchos años. No me lo imagino... Me imagino que, una vez que esté en la situación, miraré para adelante en lugar de para atrás, pero ahora todavía no me lo creo, es como cuando muere un familiar cercano, que tardas mucho tiempo en darte cuenta. Esto es una parte de mi vida muy importante y no lo tengo asumido. Lo que sé es que me va  a dar mucha pena.
 Entonces ¿no se ha planteado lo que va a hacer a partir de ahora?
 No de una manera organizada, pero tengo algunas ideas. Un conocido dijo en una ocasión, cuando tenía 62 años, que se quería jubilar ya porque tenía un programa de vida para los próximos 20 años y, si no, no le iba a dar tiempo a desarrollarlo. En ese momento le envidié mucho, porque me di cuenta de que era una persona muy metódica y que sabía lo que iba a hacer en los próximos años. Yo no soy así. Pienso en los ‘cortes’ que he tenido en mi vida, por ejemplo cuando me vine aquí a Guadalajara, no sabía cómo iba a ser mi futuro y luego se ha ido escribiendo día a día de una manera muy agradable, y creo que esto puede ser lo mismo. Cuando ves la necesidad de que tienes que hacer otra cosa, creo que, por carácter o por convencimiento vital, trato de hacer la vida lo más feliz posible. Para eso hay que asumir que las temporadas pasan y que en unas cosas pierdes y en otras, a lo mejor, ganas.
Sí tengo ganas de hacer un recorrido bibliotecario. Al preparar la exposición de Biblioteca en Guerra, que fue uno de los trabajos que más me ha gustado hacer, vi cómo habían surgido las bibliotecas municipales en la Segunda República, en pueblos donde no había prácticamente nada, fue un renacer bibliotecario precioso. El inspector de bibliotecas, que era un bibliotecario del cuerpo facultativo de bibliotecas como yo, las iba recorriendo y haciendo informes sobre ellas y los pueblos y me gustaría hacer el mismo recorrido que hizo él. Son varios cientos de bibliotecas en todo el territorio nacional. Me gusta la idea de ver esas bibliotecas –algunas habrán desaparecido y otras no– y ver cómo ha sido su historia y específicamente me apetece ver cómo han sido los últimos cinco años, cómo están afrontando y les está afectando la crisis. Luego intentaré hacer unos informes tan sintéticos como hizo este inspector y, si puedo, los publicaré y, si no, los colgaré en un blog o algo así. Me apetece conocer esas bibliotecas, hablar con los bibliotecarios... eso me obligará a coger el coche y me llevará bastante tiempo.
Luego tengo alguna otra invitación de tipo bibliotecario, por ejemplo, me han invitado a ir a Méjico para participar en unas jornadas de oralidad, y alguna cosa así.
 Es decir que va a seguir vinculada con las bibliotecas, con la de Guadalajara imagino que también...
 Con la de Guadalajara más de lejos porque no quiero ser un fantasma que se pasee por aquí. Creo que el director o directora que venga –que espero sea por concurso de méritos como vine yo– necesita desarrollar su propio enfoque y para eso es bueno que tenga total libertad y que no esté la directora que ha estado tantos años siempre ahí. Juana Quilez, que también fue determinante en la historia de esta biblioteca, venía de visita de vez en cuando y se sentaba en el claustro para disfrutar de la cantidad de gente que entraba y salía y luego entraba a saludar y decía “me encanta que venga tanta gente”, pero no era nada invasiva. Yo tengo su ejemplo y espero hacerlo tan bien como ella. Sí que me gustaría continuar con mi club de lectura, pero también tendré que pasar mucho tiempo en Valladolid con mi madre, que ya es muy mayor.
 ¿Cómo le gustaría que la recordaran o por qué hechos como directora de la Biblioteca?
 No sé... quizás como coordinadora de equipos, como conseguidora de un ambiente de apertura hacia la ciudad y de la ciudad hacia la biblioteca, como portadora de fuerzas positivas para favorecer el desarrollo de la lectura y que la gente se dé cuenta de que la biblioteca es suya... pero, principalmente, como miembro de un equipo y generadora de un buen clima de trabajo, que no sé si lo he conseguido, pero siempre lo he procurado.
 El nombre de Blanca Calvo quedará ligado siempre al Maratón de los Cuentos, los clubes de lectura, la animación a la lectura, el traslado desde el Infantado al palacio de Dávalos... ¿Cree que estos acontecimientos resumen un poco su trayectoria?
 Parece mentira que 32 años de trabajo, al final, se resuman con tan pocas palabras. Son pocas pero son poderosas. Al final, lo que importa es que yo creo que la gente de Guadalajara ha tomado la biblioteca como algo propio y eso es importante, y en estos momentos más. La gente se tiene que dar cuenta de que los servicios públicos son suyos, porque los paga. En la sanidad y la educación nos damos cuenta más y los defendemos, pero las  bibliotecas, a lo mejor, no han tenido ese puesto de primera fila entre los servicios públicos y también lo son. A lo mejor la gente que no tiene bienes materiales encuentra todo lo necesario para salir de la pobreza o de la incultura, son un apoyo muy necesario. Solo hay que ver como cuenta Albert Camus su encuentro con la biblioteca de Argel y ese encuentro y otras muchas cosas le llevaron al Premio Nobel. Si he conseguido de alguna forma que la gente vea la biblioteca como una cosa propia, con ese resumen me daría por contenta.
 Hemos hablado de lo positivo, pero ¿qué cosas negativas destacaría?
 Las cosas malas prefiero no recordarlas. Siempre hay momentos difíciles pero se han ido superando y solucionando. En esos últimos tiempos de recortes sí que ha sido doloroso ver cómo lo que se había construido en tantos años se deshacía en poco tiempo. Pero también ha habido una cosa muy buena, y es el apoyo de los usuarios que han traído libros, que no sustituyen a las novedades, pero ha habido una solidaridad tan grande de gente que se ha ofrecido a dar cursos y hacer actividades, que esa dureza de los recortes se ha visto paliada por el apoyo popular. Ojalá que los responsables de Cultura reflexionen y se den cuenta de que las cosas tienen que cambiar.
 Otra de las facetas por la que se la conoce es la política. Ha sido la primera alcaldesa de Guadalajara y también consejera de Cultura. ¿De dónde viene esa vocación?
 Mi vocación política venía de la universidad. Vengo de una familia conservadora que no se planteaba ciertas preguntas a nivel político, porque mis padres habían vivido la guerra, porque tenían miedo... pero para mí la universidad fue un choque porque pude entrever un mundo distinto al que había vivido [...]. Fue un choque con la realidad y mi ideología política cambió. Luego vi que esa faceta de transformación de la sociedad sería posible a través de la cultura e integré esa vocación política dentro de mi trabajo. Pero con el referéndum de la OTAN vi que se despertó algo nuevo, que había que comprometerse más en esa sociedad en cambio que estábamos viviendo. En las primeras elecciones que me presenté me presionaron mucho desde el Partido Comunista para que lo hiciera, estaba entonces Juan Ignacio Begoña, que éramos amigos, y acabé accediendo voluntariamente. Una vez que estás dentro te envenena un poco, aunque yo sabía que era un paréntesis en mi vida, porque emborracha mucho el poder, entendido como posibilidad de cambiar la sociedad en el sentido que tú quieres. Te hace sentir importante eso de que tu puedes contribuir a un cambio, aunque luego te das cuenta de que no, de que todo es mucho más difícil... No hablo de sentirte importante por tener el título de ilustrísimo, sino por sentirte útil. Creo que fue eso lo que me hizo permanecer como concejala y luego como alcaldesa.
 Y luego, en la segunda etapa, volví un poco por lo mismo. Me acuerdo que cuando me llamó José María Barreda para ser consejera acababa de hacer la exposición Biblioteca en Guerra y había visto muchos bibliotecarios que en la Segunda República se habían comprometido políticamente para cambiar el país y ese también fue un motivo que me animó a aceptar.  Pero luego te das cuenta de que es todo muy relativo... es todo muy difícil. En todo caso, mi vuelta al trabajo ha sido, en las dos ocasiones, muy gozosa.
 Usted llegó a Guadalajara desde la biblioteca de Mahón, en Menorca ¿Cómo fue el aterrizaje y la adaptación a esta ciudad?
 El día de llegada fue difícil, porque no había hecho un viaje tan largo nunca. Vine desde Barcelona, ya llegué cansada, mi hija se hizo un esguince..., aquella vivienda en el palacio del Infantado, por la que tuve tantas críticas, me pareció muy triste; yo venía de una casa de campo muy luminosa en Menorca, me dio como depresión. Después ha sido una casa cordial y agradable, pero ese primer día me pareció oscura.
 Guadalajara, quizás porque es Castilla y es parecida a Valladolid, donde yo había pasado más tiempo hasta entonces, enseguida me adoptó o la adopté yo, fue algo mutuo. Venía con un hijo muy pequeño y una hija preadolescente y la ciudad nos abrió las puertas. Para mí ha sido una ciudad donde he podido criar muy bien a mis hijos, cordial. La tranquilidad de una ciudad pequeña y la cercanía de la gran capital es una mezcla que enseguida me captó, me atrajo, y los alcarreños se parecen mucho a  los vallisoletanos, y la temperatura es igual. Es una forma de vida muy parecida a la de mi infancia y de mi juventud.
 ¿Qué deseos deja para el futuro de la biblioteca?
 Que siga abierta a todas las iniciativas sociales, que sea cordial, que cualquier conferencia, jornada o exposición se siga haciendo, que la gente siga viéndola como suya, que siga usándola y protegiéndola, que la persona que venga se encariñe con su trabajo... El primer deseo es que sea alguien elegido por concurso de méritos, no a dedo, y que sea rápido, para que no pase un tiempo en el que la biblioteca se quede huérfana y conecte bien con el personal. A corto plazo, que se arregle pronto el aire acondicionado.
 ¿Va a seguir vinculada a Guadalajara?
 Me gustaría que Guadalajara siga siendo mi campo de operaciones, seguir viviendo aquí y seguir colaborando con los bibliotecarios y con la cultura. Pienso seguir accesible para todos aquellos que quieran contar conmigo. En definitiva pienso seguir viviendo la vida y procurar ser feliz, que es lo que he pretendido siempre.