Teatro Moderno, herencia del Ateneo Instructivo Obrero
El historiador Juan Pablo Calero desveló el miércoles curiosas anécdotas y hechos sobre el origen y pasado del edificio que actualmente alberga el Teatro Moderno y el Ateneo Municipal en una conferencia que tuvo lugar en la Biblioteca Pública de Dávalos y que contó con la asistencia y el interés, reflejado en el turno de preguntas, de un numeroso y participativo auditorio.
El Teatro Moderno era en su origen el teatro del Ateneo Instructivo del Obrero, una organización que se constituyó en 1891, tras unos años en la clandestinidad, impulsada por un grupo de jóvenes trabajadores que, por otro lado, también estaban ligados a la segunda agrupación socialista que surgió en España, la de Guadalajara.
El Ateneo Obrero tenía como finalidad atender a la clase obrera en todos los ámbitos. Uno de ellos y muy importante era la formación. Ofrecía clases nocturnas sobre materias básicas y, posteriormente, también una incipiente FP en la que los jóvenes podían aprender un oficio. Creó además un servicio médico farmacéutico y una especie de seguro, cuando todavía no existía la Seguridad Social, que permitía a los trabajadores que enfermaban o sufrían un accidente recibir una ayuda económica para seguir subsistiendo. Tenía biblioteca, teatro, gimnasio, economato, etc. y dio un impulso importante a la prensa provincial.
Después de peregrinar por dos locales distintos, en 1909 el Ateneo Obrero compró lo que era la Tahona de San Bartolomé, un antiguo convento desamortizado de los Jerónimos y lo transforma en su sede, que ocupó hasta 1939. Tras la guerra, los socios fundadores fueron obligados a disolver el Ateneo y ceder su patrimonio a la Obra Nacional de Educación y Descanso. En ese momento comienza la andadura en solitario del teatro, uno de los servicios, junto con el de la cafetería, que fueron externalizados.
Tras la dictadura, los socios intentan recuperar lo que tanto dinero y esfuerzo costó levantar, pero en vano. La democracia tampoco hizo nada por devolver el edificio a sus legítimos propietarios. Los políticos del momento, del Gobierno regional y del Ayuntamiento, lo utilizan como moneda de cambio y acaba en manos de la Administración regional, hasta hoy. Fue, en opinión de Calero, una medida poco acertada que responde a una estrategia corta de miras.
Desde entonces, Ateneo y Teatro, uno junto al otro físicamente, han seguido caminos distintos que han confluido en estos momentos en el mismo destino: ambos están vacíos, sin actividad y cerrados a cal y canto.
A propósito del teatro, la importante que tenía en Guadalajara era inmensa, según señaló Calero. Un ejemplo es que se escribieron obras expresamente para representar en el teatro del Ateneo.
Tras la exposición del historiador, hubo un enriquecedor debate entre el público que dejó patente el interés por que se reabran ambos espacios y vuelvan a retomar la actividad para la que fueron creados. Quedó descartada la posibilidad de que la propiedad fuera devuelta a los trabajadores, pero no la de recuperar el espíritu del Ateneo Instructivo del Obrero. Un espíritu que algunos ven reencarnado en la Asociación de Amigos del Moderno, que en tan solo unos meses ha sumado más de 400 socios, ha sacado la cultura a la calle y está luchando para que el teatro vuelva a abrir sus puertas.