Trueba: Me gusta la supervivencia más que el triunfo
01/10/2010 - 09:45
Por: NATALIA ARAGUÁS. COLPISA
David Trueba presentó ayer su tercera novela, Saber perder, en la que se entrecruza la vida de un anciano, su hijo separado y su nieta adolescente, además de los contratiempos que experimenta un futbolista argentino que ficha por un equipo español. Me gusta la supervivencia más que el triunfo, ha reconocido Trueba, quien ha criticado que en la actualidad se sobrevalore la victoria cuando, al fin y al cabo, la vida real está hecha de pequeñas derrotas de las que hay que saber levantarse.
Más vale empezar a saber perder, dijo el escritor, quien ha advertido que la vida tiene un final que no se parece en nada a recoger la medalla mientras suena el himno de tu país. El escritor se ha declarado fastidiado porque el deporte haya impuesto sus reglas impuesto sus reglas de contabilidad a todo lo demás. Uno de los protagonistas de su libro es precisamente un futbolista, que llega a España para jugar y acaba por darse cuenta que no está preparado para protegerse en ese mundo en el que el público ve la fama, lo que menos ve el que está dentro.
No en vano a Ariel Burano, nombre de su personaje, acaba por abrumarle la agresividad, la exigencia del entorno corrupto que percibe en el mundo del deporte. Al parecer de Trueba, la aspiración a la perfección es la gran mentira que la sociedad actual ha querido inculcar a los individuos. En contraste, la gran verdad sería que con la gran imperfección que acumulas tienes que generar momentos de felicidad. En otras palabras, la felicidad consta en aceptar el tropezón y saber levantarte. De ahí su debilidad por los personajes golpeados, ya que en su opinión no todo está perdido cuando se pierde.
Perturbar
Otra de las protagonistas de Saber perder es Sylvia, que cumple dieciséis años en el momento que empieza el relato. Cuando entras en la adolescencia entras como en un teatro en el que la función aún no ha empezado, resumió el escritor, para quien esa etapa vital es un período de ventanas abiertas y expectativas. Completan los personajes centrales de Saber perder el abuelo de Sylvia, Leandro, un jubilado que imparte clases particulares de piano y desarrolla un ansia de venganza ante la decadencia física de su mujer y su hijo Lorenzo. A los cuarenta años de edad, Lorenzo lleva una vida asegurada y relajada hasta que una filtración de agua acaba por derrumbar el edificio entero.
Pese a que todos los personajes de la novela se enfrentan a problemas muy distintos comparten una doble vida, en el sentido que llevan un modus vivendi que no es el que sus allegados creen que tienen. David Trueba utiliza la figura de un narrador frío, que no se inmiscuye en lo que hacen para explicar los pensamientos y reflexiones de sus personajes. Según el escritor, los viejos son los únicos que pueden hacer lo que quieren, que ya se tiran sin paracaídas, por lo que apostó para el personaje de Leandro por un prototipo de viejo vivo en vez de celoso y nostálgico, que aspira al museo y a tener una fundación.
Después de Abierto toda la noche y Cuatro amigos, Trueba ha calificado Saber perder como más madura de sus tres novelas. Como narrador, cada vez tiende más a escribir cosas que han ocurrido, detalles que ha oído o que le han contado, que a inventar totalmente.
Para Trueba, el reto cuando cuentas algo es reflejar la vida y las personas en toda su complejidad, así como tratar temas cotidianos que normalmente quedan desatendidos por la literatura. Me guataría lograr la sensación de que existen esos personajes. Perturbar me parece más interesante que masturbar, bromeó ayer en la ciudad de Barcelona.
No en vano a Ariel Burano, nombre de su personaje, acaba por abrumarle la agresividad, la exigencia del entorno corrupto que percibe en el mundo del deporte. Al parecer de Trueba, la aspiración a la perfección es la gran mentira que la sociedad actual ha querido inculcar a los individuos. En contraste, la gran verdad sería que con la gran imperfección que acumulas tienes que generar momentos de felicidad. En otras palabras, la felicidad consta en aceptar el tropezón y saber levantarte. De ahí su debilidad por los personajes golpeados, ya que en su opinión no todo está perdido cuando se pierde.
Perturbar
Otra de las protagonistas de Saber perder es Sylvia, que cumple dieciséis años en el momento que empieza el relato. Cuando entras en la adolescencia entras como en un teatro en el que la función aún no ha empezado, resumió el escritor, para quien esa etapa vital es un período de ventanas abiertas y expectativas. Completan los personajes centrales de Saber perder el abuelo de Sylvia, Leandro, un jubilado que imparte clases particulares de piano y desarrolla un ansia de venganza ante la decadencia física de su mujer y su hijo Lorenzo. A los cuarenta años de edad, Lorenzo lleva una vida asegurada y relajada hasta que una filtración de agua acaba por derrumbar el edificio entero.
Pese a que todos los personajes de la novela se enfrentan a problemas muy distintos comparten una doble vida, en el sentido que llevan un modus vivendi que no es el que sus allegados creen que tienen. David Trueba utiliza la figura de un narrador frío, que no se inmiscuye en lo que hacen para explicar los pensamientos y reflexiones de sus personajes. Según el escritor, los viejos son los únicos que pueden hacer lo que quieren, que ya se tiran sin paracaídas, por lo que apostó para el personaje de Leandro por un prototipo de viejo vivo en vez de celoso y nostálgico, que aspira al museo y a tener una fundación.
Después de Abierto toda la noche y Cuatro amigos, Trueba ha calificado Saber perder como más madura de sus tres novelas. Como narrador, cada vez tiende más a escribir cosas que han ocurrido, detalles que ha oído o que le han contado, que a inventar totalmente.
Para Trueba, el reto cuando cuentas algo es reflejar la vida y las personas en toda su complejidad, así como tratar temas cotidianos que normalmente quedan desatendidos por la literatura. Me guataría lograr la sensación de que existen esos personajes. Perturbar me parece más interesante que masturbar, bromeó ayer en la ciudad de Barcelona.