Un aleteo de sueños alrededor de Fandiño
Un aleteo de niños ante el ídolo caído. Una bandada de sueños recentales girando sobre un eje común: la escultura de Iván Fandiño. En el lugar de la tragedia, a los pies del ruedo de Aire sur l’Adour, se erige Iván imponente como un dios broncíneo semidesnudo. Arrastrando la chaquetilla como blasón de guerrero. Encarnación perfecta del torero que todo lo dio. E incluso, su propia vida.
Sin la sospecha de un dedo apuntador, juegan los niños al toro. Tan lejos de los complejos de la cultura española, dejan que su murmullo rompa el sol de la mañana francesa. La admiración y el respeto prende la chispa de sus ojos y sus miradas se encaraman sobre la escultura. Con inocencia, prudencia y titubeo, se atreven a alcanzar con sus dedos los contornos moldeados por Sergio del Amo. El torero como dios de valor y superación. Ídolo de niños y no tan niños. Esencia de la tauromaquia.