Un verano en el Algarve

07/07/2011 - 18:35 Redacción/E.P.

El Algarve se extiende a lo largo de toda la franja litoral sur del país vecino, y está considerada como la región turística portuguesa por excelencia. Este pequeño pedazo de Portugal, desde el cabo de Sao Vicente hasta Vila Real de Santo António, conjuga bellas playas, mar cálido y sol generoso durante todo el año.

En el extremo sur del Portugal continental, esta región que mira hacia el mar fue la última conquistada a los moros por el rey de Portugal, Don Alfonso III, en 1292. De aquella presencia se conservan aún las huellas de una arquitectura singular, con azoteas, chimeneas con arabescos y caserío enjalbegado. Bañada al sur y al oeste por el Atlántico y protegida al norte por la sierra de Espinhago de Cao, Monchique y do Caldeirao, que impiden el paso de los vientos agrestes, esta región disfruta de temperaturas idílicas (medias en invierno de 14 grados centígrados y en verano de 24, que pueden ascender en los meses más calurosos, julio y agosto, hasta los 28 ó 30 grados).

Sus más de 3.000 horas de sol al año y sus más de 150 kilómetros de playas acariciadas por los cálidos vientos del norte de África dan forma a este hermoso rincón luso, que se convierte en un destino vacacional durante todo el año.

Región de contrastes, en el crisol del Algarve todos los invasores dejaron sus huellas, que hoy se pueden contemplar en forma de burgos moros, centros de baños o ruinas romanas. Ocupada desde la prehistoria, por esta zona de Portugal han pasado fenicios, griegos y romanos, siendo éstos últimos los que mayor impronta dejaron en la región; no en vano, los hallazgos arqueológicos de Cerro da Vila, en Vilamoura, y de Milreu, en Estói, así como la Quinta da Abicada, en Portimao, son destacados testimonios de la presencia romana en el Algarve.

Norte y sur: contrastes

Se pueden distinguir dos zonas en la región del Algarve: al norte, se encuentran las tierras más verdes y fértiles, adornadas con higueras, naranjos y almendros en flor. Al sur, la franja costera ofrece largas playas de dunas, abruptos acantilados que se abren al mar y pequeñas bahías arenosas al abrigo de rocas y grutas.

En el Barlovento algarvío, la ciudad de Lagos se erige como lugar de visita imprescindible; históricamente ligada al mar, fue habitada por los romanos (Lacóbriga) y fue base de las operaciones de exploración portuguesa de la costa de África en el siglo XV. Sus murallas medievales guardan las magníficas iglesias de San Sebastián y San Antonio, así como el Palacio dos Governadores y el Antiguo Mercado de Esclavos. La marina se sitúa a pocos metros del lugar donde las traineras dejan el pescado fresco, en el margen izquierdo de la ribera de Bensafrim.

A 280 kilómetros de Lisboa se encuentra la ciudad de Portimao, uno de los enclaves más importantes del Algarve por su condición de puerto de pesca y por la prosperidad de sus industrias conserveras de pescado; se trata de un importante centro turístico situado en el vértice de un triángulo formado por Alvor, a cuatro kilómetros, y Playa da Rocha, a tres kilómetros.

Otros lugares de interés para el viajero en el Algarve portugués son Sagres, ligado para siempre al Infante Don Henrique y a la historia de los Descubrimientos; Tavira, ciudad portuaria y exponente del Algarve "reposado"; Silves, con sus antiguas casas señoriales que culminan en el imponente castillo; Praia da Rocha, uno de los primeros enclaves turísticos de la zona, y Monchique, también en el interior, que ofrece un espectacular paisaje de bosques y sierras.Para los amantes de la vida nocturna, la localidad de Albufeira se erige como uno de los principales centros de diversión en el Algarve; considerada la "St. Tropéz de Portugal", cuenta con numerosos locales nocturnos, restaurantes, bares y discotecas para pasar un buen rato; las calles de su centro histórico, el antiguo "Cerro da Vila", todavía conservan pintorescos rincones de casas encaladas, como el callejón de la iglesia Vieja, donde antiguamente se alzara una mezquita y la primera iglesia del pueblo; en la playa, confundidos entre los turistas, los pescadores preparan sus redes y sus pequeñas barcas pintadas de vivos colores