Un pueblo de la Campiña busca a su Santo Niño

08/01/2024 - 17:49 Laura Alcántara / Paco Campos

La fiesta del Niño Perdido de Valdenuño Fernández no ha defraudado y ha dado sobradamente la talla como Fiesta de Interés Turístico Regional y Provincial. Todo, pese al gran desafío que suponía el hecho de que hubo dos nuevas incorporaciones a los danzantes y un cambio de botarga que se mimetizaron  perfectamente en su papel.

FOTOS: LAURA ALCÁNTARA

Hubo tres factores que ayudaron: Su destreza, el buen tiempo y el mejor talante de los asistentes, cuya finalidad no fue otra que disfrutar y tomar parte de esta exclusiva tradición campiñera. 

Los nervios de los muchachos estaban a flor de piel, porque el reto era grande. Sin embargo, los dos nuevos danzantes, Rubén Antón y Hugo Díaz, dieron la talla, acoplándose a la perfección al grupo, sin que se notara el cambio.

La botarga del año pasado dejó el listón muy alto. Sin embargo, Raúl Martínez tampoco defraudó en su tarea de molestar a propios y extraños, niños y mayores. 

El evento contó con el respaldo institucional de la consejera de Bienestar Social, Bárbara García Torijano; la diputada provincial de Cultura y Folclore, Rosa María García Ruiz; y el viceconsejero de Administración Local y Coordinación Administrativa,  Eusebio Robles.

Todo comenzó a primera hora de la heladora mañana. La cruda batalla festiva entre los danzantes y la botarga no faltó a su cita.

Sólo unos pocos, amigos y allegados, sabían que era Raúl, aunque al final en los pueblos se sabe todo. Pero la magia del anonimato, garantizado por su máscara, y los  llamativos colores parcheados de su atuendo, rojo, amarillo, marrón y verde, dibujaron un perfil entre lo humano y lo demoníaco que ocultaron su identidad. 

Los vecinos salieron a buscar al Niño Perdido. La botarga, los ocho danzantes, el tamborilero y un mozo que llevaba los palos de repuesto y las alforjas con las naranjas, iban rondando de casa en casa para desear a sus inquilinos un feliz 2024. La botarga molestaba a los vecinos a lo largo de todo el día; en la puerta de la iglesia exigía de forma insistente a los fieles que le pagaran para poder entrar a la misa mayor. 
 Los ritmos hipnóticos y persistentes acompañaban a la comitiva, a la que asistieron miembros de la  Corporación Municipal. La botarga golpeaba su palo con unas castañuelas rojas. El tintineo de los campañillas, el paloteo de los danzantes y el ritmo del tambor resonaban por las calles del municipio.
 Los más pequeños eran perseguidos por ella, provocando sus sonrisas, una parte de la celebración eque los que participan en ella consideran muy importante, porque así logran que los mismos pequeños que huyen, de mayores quieran convertirse en perseguidores, con lo que se logra garantizar la tradición. 


La misa tuvo lugar en la iglesia parroquial de San Bernabé Apóstol, contando con la asistencia del alcalde, Luis Miguel Rodríguez. Allí finalmente hallaron al Niño Perdido, al que los danzantes brindaron su paloteo que continuaron con el tradicional baile en la Plaza de la iglesia, en un acto el que participó la botarga. En el transcurso de la liturgia este popular personaje daba golpes con las castañuelas en el hombro de los feligreses, para alejarles de males futuros. Y además tiró el cestillo con el dinero recaudado en la misa.  
 Ya por la tarde nadie faltó a la cita con la procesión del Niño Perdido.

También se rifó la tradicional cordera viva, un roscón de Reyes, un jamón, así como varios embutidos. Igualmente se desarrolló la popular guerra de naranjas. Los vecinos lanzaron contra la botarga los cítricos, que los esquivó como pudo con el palo y las castañuelas.