Villoro publica ‘Los culpables’, un compendio de siete relatos

01/10/2010 - 09:45 Hemeroteca

Por: COLPISA
Una estrella de la canción mariachi cansada de ser “un lugar común de la patria”, un ejecutivo que pierde demasiados vuelos, un viajero que adopta una iguana, un futbolista al borde de un retiro, un pintor abstracto, un limpiador de cristales. “Ninguno de estos narradores son escritores profesionales, quien quiso serlo ha fracasado”, advirtió ayer en Barcelona Juan Villoro (Distrito Federal, 1956).
El autor mexicano (El testigo, El disparo de argón, Efectos personales) ha dado voz a estos personajes para que se explayen en primera persona. Los culpables (Anagrama) reúne seis cuentos y una ‘nouvelle’ con los que ha querido atrapar “aquellos momentos en que la narración surge por espontaneidad y está destinada a perderse”. Dicho de otro modo, las conversaciones que se dan en un vagón de tren o en una cafetería.
En Los culpables, Villoro trata de explorar “las potencialidades de la lengua oral” después de su estreno como dramaturgo con la obra Muerte parcial. El escritor advirtió, no obstante, que “una conversación no genera acción, aunque pueda iluminar capítulos y pasajes enteros de un libro”, lo que le separa de las artes escénicas. “Yo quería atrapar al narrador accidental, aquel que por casualidad cuenta cosas afortunadas e incluso poéticas”.
De aquí el epígrafe de su libro, “Quien calla una palabra es su dueño, quien la pronuncia, es su esclavo”, un cita del escritor austriaco Karl Kraus. Muchas veces, los personajes de Los culpables dicen algo que no querían decir, llegan a “la parte hiriente del relato” y el lector se percata antes que ellos mismos. “Cuando guardas las palabras puedes dosificarlas, posponer su efecto”, algo que no controlas una vez las lanzas al viento.

Vendedor de iguanas
“Quería jugar con tópicos, con personajes arquetípicos”. Al contrario de lo que suele intentar un novelista, en Los culpables recurre deliberadamente al lugar común para intentar producir sorpresa y novedades, en un compendio de relatos que dialogan entre sí. Con la socarronería que le es habitual, Villoro afronta historias como la de un mariachi hastiado de serlo, “aunque nació con la cara perfecta para trasmitir despecho y rencor”, o de un vendedor de iguanas, personaje habitual en las carreteras secundarias mexicanas que siempre le ha fascinado.