Virtuosismo en Caja de Guadalajara
01/10/2010 - 09:45
Por: MAR GATO. MADRID
La que fuera hace unos años niña prodigio se ha convertido hoy en día en toda una figura en la música para piano. Evgenia Pupysheva llegó ayer a Guadalajara para dar cumplimiento a uno de los deseos de la entidad Caja de Guadalajara: ver inaugurado musicalmente el nuevo salón de actos de su flamante sede. Su paso por Guadalajara no estuvo exento de una sensibilidad extrema, cualidad que la propia intérprete dio cumplida invitación en el concierto que ofreció ante medio centenar de guadalajareños ávidos de escuchar buena música. El acto estuvo presidido por el director de la Obra Social de la entidad, Álvaro Barbas.
El estreno musical del salón de actos del nuevo edificio de Caja de Guadalajara contó con una de las grandes y jóvenes promesas rusas del piano, Evgenia Pupysheva, recibida ayer con todos los honores por el medio centenar de personas que se acercaron hasta las flamantes instalaciones de la entidad.
De ella se dijo en su presentación, a cargo del artífice de su presencia, Juan Antonio Checa, periodista molinés además que buen amigo, que su genialidad va más allá de la belleza de la propia música. Abran de par en par su alma para que entre la luz de sus notas, aconsejó segundos antes de la presencia de la pianista en el nuevo y amplio escenario, ataviada para la ocasión de riguroso negro.
De talento prodigioso, sus manos, siempre inquietas, pusieron de manifiesto que tras su imagen aparentemente frágil se esconde una energía indómita, capaz de trasladar al espectador a lugares insospechados con una interpretación que roza, por qué no decirlo, la perfección. Algo que pese a no ser acatado por la propia pianista, en un gesto de profunda humildad, sí lo hicieron los asistentes, extasiados con un recital que tendría como protagonistas las sinfonías Variaciones en Mi bemol Mayor, de Franz Joseph Haydn; Seis preludios libro 2, de Claude-Achille Debussy; y Cinco danzas, de Sergei Rajmaninov, compuestas por Elegia, Preludio, Melodía, Polichinela y Serenata.
Fue ésta tan sólo una gran pequeña muestra de su virtuosismo, paseado ya por algunas ciudades españolas y con un futuro que se plantea como su gran presentación al mundo. Para ello recalará en ciudades como Nueva York, Washington o Londres. Estos conciertos no harán más que reconocer los frutos de una vida llena de esfuerzos pero también renuncias iniciada en su más tierna infancia, cuando contaba con tan sólo cuatro años. Mucha culpa de ello la tuvo su propia madre, profesora de piano en una de las instituciones musicales de referencia de Rusia e iniciadora de su estricta educación musical. Desde entonces no ha dejado de alimentar una afición que poco a poco se ha convertido en una profesión, labrada en instituciones de gran renombre como el Conservatorio de Nizhni Nóvgorod, el Instituto Gnesinyh de Moscú y la Academia Rusa de Música Gnesinyh, institución donde sólo asisten los más privilegiados.
Su legado formativo le hace ser hoy día una de las mejores especialistas en interpretar a Rachmaninov, mundialmente conocido por tocar el piano rápido y con precisión. Sus dedos tienen mucho que ver en ello. Aleccionados durante cuatro y seis horas de ensayos diarios, han hecho que la pianista domine una técnica a priori harto complicada por la delgadez de sus miembros. Éste será sólo una parte de un gran esfuerzo con el que busca alcanzar su gran aspiración en la música: ser una buena profesional y dar a la gente todo aquello que esperan de ella a través de la música, reto que a buen seguro consiguió ayer a tenor de los pareceres el selecto público.
Es a la música a la que ha dedicado prácticamente todo su tiempo. Su piano siempre ha sido su gran juguete, dejando de pequeña otros aparcados o relegados, como las muñecas, con las que ahora ha vuelto a reconciliarse con una colección que engrosa con los ejemplares que adquiere allá por donde viaja. Es así como se acerca a su pasado, a la vez que da continuidad a un presente marcado por la música, una música que siempre espera interpretar pero nunca componer, confiesa la pianista ante la pregunta de si entre sus sueños se encuentra abordar esta otra faceta, con la que se encuentra incapaz de desarrollarla a pesar de la sobrada de sensibilidad que irradia su propia esencia personal, patente en el concierto que la ciudad de Guadalajara volvió, por segunda vez, a ser testigo.
De ella se dijo en su presentación, a cargo del artífice de su presencia, Juan Antonio Checa, periodista molinés además que buen amigo, que su genialidad va más allá de la belleza de la propia música. Abran de par en par su alma para que entre la luz de sus notas, aconsejó segundos antes de la presencia de la pianista en el nuevo y amplio escenario, ataviada para la ocasión de riguroso negro.
De talento prodigioso, sus manos, siempre inquietas, pusieron de manifiesto que tras su imagen aparentemente frágil se esconde una energía indómita, capaz de trasladar al espectador a lugares insospechados con una interpretación que roza, por qué no decirlo, la perfección. Algo que pese a no ser acatado por la propia pianista, en un gesto de profunda humildad, sí lo hicieron los asistentes, extasiados con un recital que tendría como protagonistas las sinfonías Variaciones en Mi bemol Mayor, de Franz Joseph Haydn; Seis preludios libro 2, de Claude-Achille Debussy; y Cinco danzas, de Sergei Rajmaninov, compuestas por Elegia, Preludio, Melodía, Polichinela y Serenata.
Fue ésta tan sólo una gran pequeña muestra de su virtuosismo, paseado ya por algunas ciudades españolas y con un futuro que se plantea como su gran presentación al mundo. Para ello recalará en ciudades como Nueva York, Washington o Londres. Estos conciertos no harán más que reconocer los frutos de una vida llena de esfuerzos pero también renuncias iniciada en su más tierna infancia, cuando contaba con tan sólo cuatro años. Mucha culpa de ello la tuvo su propia madre, profesora de piano en una de las instituciones musicales de referencia de Rusia e iniciadora de su estricta educación musical. Desde entonces no ha dejado de alimentar una afición que poco a poco se ha convertido en una profesión, labrada en instituciones de gran renombre como el Conservatorio de Nizhni Nóvgorod, el Instituto Gnesinyh de Moscú y la Academia Rusa de Música Gnesinyh, institución donde sólo asisten los más privilegiados.
Su legado formativo le hace ser hoy día una de las mejores especialistas en interpretar a Rachmaninov, mundialmente conocido por tocar el piano rápido y con precisión. Sus dedos tienen mucho que ver en ello. Aleccionados durante cuatro y seis horas de ensayos diarios, han hecho que la pianista domine una técnica a priori harto complicada por la delgadez de sus miembros. Éste será sólo una parte de un gran esfuerzo con el que busca alcanzar su gran aspiración en la música: ser una buena profesional y dar a la gente todo aquello que esperan de ella a través de la música, reto que a buen seguro consiguió ayer a tenor de los pareceres el selecto público.
Es a la música a la que ha dedicado prácticamente todo su tiempo. Su piano siempre ha sido su gran juguete, dejando de pequeña otros aparcados o relegados, como las muñecas, con las que ahora ha vuelto a reconciliarse con una colección que engrosa con los ejemplares que adquiere allá por donde viaja. Es así como se acerca a su pasado, a la vez que da continuidad a un presente marcado por la música, una música que siempre espera interpretar pero nunca componer, confiesa la pianista ante la pregunta de si entre sus sueños se encuentra abordar esta otra faceta, con la que se encuentra incapaz de desarrollarla a pesar de la sobrada de sensibilidad que irradia su propia esencia personal, patente en el concierto que la ciudad de Guadalajara volvió, por segunda vez, a ser testigo.