De Barakaldo a batacazo en tan sólo 90 minutos
En los días previos se habló mucho de Barakaldo. Ganando al cuadro vasco, el Depor se mantenía en la pelea por la primera plaza y, de paso, eliminaba a otro aspirante al play-off. Tras los 90 minutos de partido, de lo que se habla es del batacazo que se dio el conjunto morado. Un 0-4 inesperado y muy doloroso. Un meneo en toda regla que podría resumirse en tres imágenes, un dato y una sentencia. La primera imagen llegó cuando aún restaba un cuarto de hora para el final del partido. Ya con el 0-3, las gradas empezaron a vaciarse a ritmo acelerado. La segunda aconteció en el minuto 83, cuando el Barakaldo firmó un golazo de bandera, de esos que se deberían visionar por ley en las escuelas de fútbol, bailando claqué sobre el césped del Escartín mientras sus rivales perseguían sombras. La tercera tiene como protagonistas a Rida y Kevin, ambos pidiendo perdón a los aficionados que aún no se habían marchado tras el pitido final.
El dato que revela la implosión alcarreña es que desde el pasado 22 de septiembre de 2012, el Depor no encajaba cuatro goles en casa. Fue ante el Real Madrid Castilla de los Jesé, Morata, Cheryshev, Fabinho, Nacho y compañía. Claro que entonces los morados replicaron con tres tantos mientras este domingo no hubo réplica alguna.
Por último, la sentencia que mide la magnitud de la debacle la dijo Salvachúa en la rueda de prensa posterior: Hoy no se salva nadie, excepto la afición. La misma afición, mención especial para la Zorra Alcarreña, que no cesó de animar e incluso esperaron para ovacionar a los jugadores cuando éstos abandonaban las instalaciones.
Porque sí, aunque es cierto que la cita ante Barakaldo ha sido un mísil en la línea de flotación morada, no lo es menos que a cuatro jornadas para el final de la temporada regular, el Depor mantiene intactas sus opciones de disputar los play-off y por tanto de ascender.
Otra cosa es que jugando como este domingo, los morados son carne de cañón puesto que, salvo el toque de corneta vivido en el arranque del segundo acto, los locales fueron una marioneta en manos del Barakaldo. Para entonces, el marcador ya estaba encarrilado (0-2) y los pitos habían arreciado desde el graderío. Y no sin razón puesto que el Depor decepcionó sobremanera en esos primeros 45 minutos. Molinero, al que Zamora buscó una y otra vez con diagonales largas, sigue apagado. Y peor aún anda Chema Mato, otrora el indicador del pulso morado y ahora irrelevante, tanto que Pérez Salvachúa le sentó en el descanso.
Para entonces, el Barakaldo había sacado petróleo de los córners (los dos primero goles vinieron por ahí), y había anulado la ofensiva local (el primer disparo a puerta no llegó hasta el minuto 42). Tras el paso por vestuarios, el Depor mordió. Sin miramientos, pero más enfocado, más reconocible. Pero cualquier esperanza de remontada milagrosa se esfumó cuando Barco y Goti sacaron a la luz las vergüenzas moradas en la acción del 0-3. Alain Arroyo, ex deportivista, agradeció el caramelo y sentenció. Más tarde, Aguiar hurgó en la herida. Ahora, toca taponar la hemorragia.