A Guadalajara con amor

01/10/2010 - 09:45 Hemeroteca

Cartas al director
LEOVIGILDO SANTAMARÍA GONZÁLEZ / Zamora
Eran tiempos en los que acababan de abrir al público la cafetería “Hernando” y las “Cuevas del Clavin”, eran tiempos en los que la ciudad de Guadalajara, comenzaba extender tímidamente sus ramas al abrasador sol del “progreso”; eran buenos tiempos. A lomo de los mismos me ofreció esta tierra, una continuación del amor de madre de mi provincia natal, para que no me sintiera extranjero, para que encontrara todo como en casa, para que pudieran nacer mis hijos al calor de una lumbre considerada también mía.
Luego por bienhadados azares pude volver a la vera del Duero, a mis orígenes. A la Alcarria vuelvo siempre que puedo, no con la frecuencia deseable, y tengo además de familia, amigos a los que aun puedo abrazar, a otros ya solo puedo sentirlos mezclando su recuerdo con la emoción, cuando en mis visitas recorro los lugares que acogieron nuestras vidas. Y no son buenos tiempos precisamente para estos lugares; me pregunto como es posible que se haya llegado a tal estado de deterioro y abandono, de todo el casco antiguo de esta mi querida ciudad; reconozco que no es fácil establecer un plan, que mantenga e incluso realce estas zonas, pero recorriéndolas da la sensación de que ni siquiera se ha intentado. Despropósitos como los contenedores de basura colocados frente a Correos, y otras ubicaciones tan o mas desatinadas, dicen mucho del poco gusto de quienes tenían la capacidad de decidir, estos contenedores, además se ven desbordados, lo que agrava si es que esto es posible la situación, algún pequeño atisbo de lucidez intenta compensar tan desbaratado panorama, tal es el pequeño parque establecido al lado de la iglesia de Santa María. Tampoco pretendo hacer únicos responsables a las administraciones implicadas, es también responsable una sociedad que olvida sus raíces y solo identifica como “bueno”, el borrón y cuenta nueva; que abandona las casas y barrios que le vieron nacer y adopta fulgurantes e ilusos techos, bajo los cuales nunca encontrara la calidez humana de los pretéritos. Son tiempos de desarraigo, de tolondra novedad. Dios nos tenga de su mano.A modo de posdata quiero resaltar la bella estampa que ofrece al viandante, la casa de Carlos Santiesteban, verdadera perla en medio del gris nauseabundo; preciosa fachada tradicional, coronada además con el buen gusto de las flores, gracias, enhorabuena y larga vida a Carlitos.