Agenda electoral

12/09/2015 - 23:00 Javier del Castillo

El poder de los votos transforma a nuestros políticos y de qué manera. Ha comenzado la cuenta atrás y como decía la canción “ya nada es igual”. Los dirigentes políticos prescinden de corbata y americana y sacan del armario la cazadora y el pantalón vaquero en un ejercicio casi infantil de mimetizarse y confundirse con los ciudadanos de la calle. En estas postrimerías del verano – sin olvidar el otoño calentito que se nos avecina –, cualquier esfuerzo les debe parece poco en su afán de agradar al respetable. Los ministros ya no tienen problemas de agenda para conceder entrevistas, participar en tertulias o dejarse ver en actos sociales, mostrando su cara más amable. Y los dirigentes de las distintas formaciones políticas hacen lo propio, extremando las precauciones para no decir alguna tontería. La primera batalla electoral tendrá como escenario Cataluña y del resultado del 27-S dependerá en buena medida el escrutinio de las elecciones generales de diciembre. Durante los próximos quince días asistiremos a una campaña crucial para el futuro de España. Algunos todavía no se han dado cuenta de la gravedad del problema y de la imperiosa necesidad de una propuesta de unidad, pero en este envite nos jugamos bastante más de lo que parece. Si los ciudadanos que se sienten catalanes y españoles se quedan en su casa el 27-S, si no se movilizan para acabar con la locura independentista de quienes integran la coalición “Junts pel Sí” (repito, “Junts pel Sí”), especialmente de Artur Mas y Oriol Junqueras, vamos a asistir a un espectáculo realmente bochornoso. Se nos puede helar la sonrisa a quienes todavía confiamos en la recuperación económica y en el futuro común de los españoles si Artur Mas se asoma esa noche al balcón de la Plaza de Sant Jaume y anuncia a los cuatro vientos que Cataluña inicia un proceso constituyente para convertirse en nuevo Estado de la Unión Europea, con permiso del resto de los socios, incluido España. La agenda electoral debería de estar muy atenta a esta emergencia nacional, echar el resto y dejarse de fuegos de artificio. Algunos ilusos todavía creen que Artur Mas se conformará con rebajas fiscales o nuevas competencias. Y eso ya no es suficiente. Ahora quiere ser presidente de una pequeña república.