Agradecimiento a un gran médico

02/12/2011 - 00:00 José Luis Miguel Miguel


  Llevo horas sentado frente a una hoja de papel en blanco y con un bolígrafo en la mano pensando cuáles podrían ser las palabras exactas que expresasen todos mis agradecimientos hacia una persona en particular, y muy valorada y admirada en las vidas de muchas personas, seguramente. Ya que lo más, bonito es la simplicidad y en la mayoría de los casos decir las cosas y transmitirlas tal y como salen de los más profundo de una persona para que así puedan llegar al corazón; así lo haré y así os quiero hacer llegar a todos ustedes unas humildes palabras de cómo antes he dicho agradecimiento y admiración hace el doctor Don José María Jiménez Bustos.

  Hace aproximadamente unas semanas atrás, leí en el periódico Nueva Alcarria el homenaje que le habían hecho a Don José María por su jubilación. Al instante de hacerlo no pude evitar que mis ojos empezasen a brillas de forma inconsciente y como una pequeña lágrima recorrió mi rostro. Quizás por alegría al saber que ahora podrá disfrutar más de toda su familia, y de su gran tesoro que seguro son sus nietos. O tal vez porque ya no ejercerá como medico uno de los más grandes de la medicina de España. José María Jiménez Bustos es un claro ejemplo de bondad allá donde los haya, sensibilidad, cordialidad con sus pacientes tanto en consultas públicas como privadas o por teléfono.

  Jamás dio una mala contestación, ni tan siquiera les suponía un gran esfuerzo atender a sus pacientes cuando fuese o a la hora que fuese. Pero humanitario, sobre todo es humanitario. Estoy seguro de que a muchos nos dio una lección de lo que significaba ser médico y persona a la vez. Por que antes que médico era y es persona, una de las personas con el corazón más grande que he tenido el privilegio de conocer en mis 47 años de vida. Somos una familia que habita en Guadalajara, exactamente en Sigüenza. Tanto a mi hija como a mi hijo ya les había atendido pocos días después de nacer.

  A mi hija solamente con oírla toser por teléfono, sabía exactamente lo que le pasaba y la solución al respecto. Es, y sigue siendo, asmática desde los tres años y por aquel entonces, sus crisis de asma se agravaban por momentos. Una anécdota graciosa y divertida que me gustaría compartir con todos los lectores de este periódico, que seguro, no son pocos es como siempre se confundía al decir el apellido de mis hijos y en vez de decir Andarias decía Andarías. Podría escribir las palabras más bonitas sobre este señor, contar la infinidad de anécdotas pero solo le diré algo: Don José María Jiménez Bustos tuvo la facilidad de entrar en los corazones de muchas personas por su manera de ser y humildad, y eso es algo de lo que estoy seguro deberá o debería estar realmente orgulloso. Muchos tuvimos la suerte de conocer a esta persona no sólo como médico, insisto, sino como ser humano capaz de hacer el bien más allá de la medicina. Nuestros hijos tuvieron la fortuna de haber sido tratados por uno de los mejores médicos que haya podido ejercer en España, y es más, me atrevería a decir, el mejor. Tanto físicamente como psicológicamente. Yo me quedo con que en cada uno de nuestros hijos hay y habrá siempre una pequeña parte de este magnífico pediatra infantil, también en nosotros. Y con que Jiménez Bustos siempre llevará consigo miles de pequeños corazones latiendo a los que un día sanó, otros a los que vio con días de vida, e incluso, algunos vio nacer. Estos niños hoy por hoy dan las gracias y admiran al que un día fue su médico incondicional. Incluso a algunos llegó a conocerles tanto que para saber la enfermedad o remedio, en ocasiones llegó a no necesitar consultas presenciales. Sin más que añadir y deseándole lo mejor en la vida a esta grandísima persona y a sus seres queridos, me gustaría despedirme con tres palabras: gracias, gracias y gracias.