Alerta otoñal

28/10/2013 - 00:00 Luis Monje Ciruelo

 
   
 Quisiera que esta Brújula fuera como un toque de diana para muchos espíritus dormidos, alertándoles de que ahora es el momento justo de salir al campo para saborear los colores que el Otoño regala a la Naturaleza. A pie o en coche se puede disfrutar de la policromía otoñal que embellece nuestros campos y bosques. Los primeros fríos de estas fechas, que los muy mayores sentimos a veces también en el corazón, llegan como avanzadilla de los gélidos días de un solsticio que avanza a trompicones, dando dos pasos adelante y uno hacia atrás, con algún veranillo que otro en medio, entre ellos el de San Martín (11 de noviembre), a partir del cual el tiempo que no sea invernizo serán días mantenidos en la relativa suavidad térmica de este Otoño.
 
   El campo muestra ahora su belleza multicolor, lejos de la verde monotonía primaveral. Andar ahora por montes y florestas es una delicia para los que sienten la Naturaleza. Al rúbeo color del brezo y los matorrales y de las viñas descargadas de fruto, se suma el verde plateado de los olivares cercana ya su recolección, mientras los bosques empiezan a desnudarse de sus hojas doradas. Aún se retrasan en cambiar de color los robledos, pero el hayedo de Tejera Negra, el más meridional de Europa, muestra ya toda su pompa otoñal. Bien lo saben los cientos de visitantes, que acuden y acampan en sus inmediaciones, en las praderas del río Lillas, porque dentro del hayedo no está permitido, componiendo con sus coloristas tiendas de campaña y sacos de dormir una estampa llena de vida y de color .Suelen ser jóvenes amantes de la Naturaleza, que llegan, principalmente desde Madrid, para disfrutar del encanto del hayedo entre las altas cumbres de Cantalojas.
 
  Las puntas de vacas y caballos, que allí pacen libremente sin pastores ni establos desde la Primavera, suman su nota de vida a los acampados, cuya visita es regulada y controlada por los servicios forestales mediante previas autorizaciones personales. Van a disfrutar plenamente de la Naturaleza, aunque entre ellos se dio hace años la nota negra de una muerte por sobredosis, triste paradoja de un final más propio de un callejón suburbano que de la grandiosidad de un bosque de hayas en las alturas de la Sierra. Un paisaje digno de los pinceles de Wateau, pero no mucho más bello que las choperas de las vegas y valles alcarreños que parecen ahora iluminadas por una mágica luz que desafía a los pintores para captarla.