¿Alguna cosa más?
Por si quedaba alguna duda, los pactos para formar gobiernos locales y autonómicos vienen a poner de manifiesto una realidad incuestionable: manda quien guarda en su bolsillo la llave. La llave de la gobernabilidad, se entiende.
Como habrá podido constatar nuestro paisano Rafael Hernando, los naranjitos y los coletas han dejado de ser una anécdota y una tormenta de verano, para pasar a convertirse en guardianes y fiscales de numerosos gobiernos locales y autonómicos. El bastón de mando lo seguirán llevando los alcaldes y presidentes de comunidades autónomas, pero sus movimientos los dirigirán aquellos que apoyaron su investidura.
Muchas miradas se dirigen ahora a Ciudadanos, partido moderado, antinacionalista y regenerador de la vida democrática. Albert Rivera ha decidido acabar con dos meses de gobierno en funciones de Susana Díaz en Andalucía y parece dispuesto a facilitar que Cristina Cifuentes sea la nueva presidenta de la Comunidad de Madrid. Y, por si fuera poco, puede acabar con el sueño nacionalista de Compromís en la Comunidad Valenciana, salvo que lo impida, como ya hiciera en otras comunidades tripartitos de Galicia y Cataluña o pentapartitos en Baleares - el Partido Socialista. Aunque sólo sea por eso, Albert Rivera merece respeto y consideración.
Los resultados de las últimas elecciones marcan una hoja de ruta que pasa inevitablemente por el papel decisivo de Ciudadanos en la gobernabilidad de estas tres importantes comunidades y en miles de ayuntamientos. Barcelona, siempre diferente, ha ido más lejos y ha desahuciado a los nacionalistas de Artur Mas para ocupar la alcaldía con representantes antisistema y de la izquierda más radical. Ada Colau ya se ha retratado: las leyes que nos parezcan injustas no se cumplirán. ¡Faltaría más!
Pero tampoco hay que ponerse de los nervios. Pactar y negociar es un ejercicio muy sano y controlar al que gobierna todavía más. Una de los aspectos positivos de los pactos es lograr que el Partido Socialista y el Partido Popular asuman errores y acepten de buen grado imposiciones interesantes, como el límite de mandatos o la tolerancia cero con los imputados.
De los errores también se aprende
Así son las cosas y así se las hemos contado, que diría el defenestrado Buruaga.