Amarga victoria

01/10/2010 - 09:45 Hemeroteca

Tribuna
SANTIAGO LÓPEZ CASTILLO / PERIODISTA
En esto de las elecciones todos somos pitonisos, menos el CIS, cuya responsable debería haber dimitido tras sus vergonzosas y manipuladas encuestas. La cuestión -dicho lo dicho y escrito lo escrito- es si el PP desbancará del poder al PSOE.
A uno se le hace harto improbable: por la escasa energía de su líder y porque el socialismo imperante, con la maquinaria mediática a su favor (prensa y propaganda del movimiento), en estos dos próximo años tratará de poner en práctica todas las argucias y marrullerías con tal de seguir en La Moncloa, única razón de ser de este iluminado que nos mal gobierna y tiene España patas arriba (recuérdense las vísperas del 14-M).
Bueno, pues a pesar de los cuatro millones de parados, el caos autonómico, el nepotismo andaluz, brotes de corrupción, la cultura de la muerte, el analfabetismo creciente de sus ministros, su nula capacidad para abordar la crisis económica obtiene dos escaños menos que el PP en el Parlamento Europeo, o lo que es igual, tres puntos porcentuales de diferencia con respecto a las huestes de Rajoy. Justo cuando la socialdemocracia ha sido borrada del mapa continental, siendo reveladoras, especialmente, las derrotas de Portugal y Gran Bretaña. Batacazo generalizado que nos lleva a pensar en el sentido responsable de la ciudadanía de aquellos países y eso que no ostentan el récord de desempleo que es exclusivo de España en la Europa comunitaria, Champion’s League.
Alguien dirá (ya se ha comentado hasta la saciedad) que Rajoy lleva dos victorias consecutivas desde que Zapatero revalidó el poder. Cierto. Galicia y País Vasco -apoyo para la gobernabilidad socialista- y las europeas. Y que Zamora no se conquistó en una hora. Cierto también. Pero Cataluña y Andalucía y en menor proporción Extremadura siguen siendo los dos grandes bastiones del PSOE, si bien Castilla-La Mancha, feudo infranqueable del socialismo, ha caído en estas elecciones, y mucho de la épica ha de apuntarse María Dolores de Cospedal, inasequible al desaliento. Resulta interesante, por otro lado, el ligero descenso del PSE en la región catalana en favor de CiU. Y juzgo de interesante el hecho porque no sería extraño que, a partir de ahora, Convergencia i Uniò coqueteara con el Partido Popular de cara a las generales y autonómicas para hacer un frente común contra el socialismo amontillado, con el obstáculo, empero, del recurso de inconstitucionalidad interpuesto por el PP sobre el estatuto catalán. Se volvería a reeditar, en cierto modo, la versión del País Vasco con Patxi López y Basagoiti (hemorragia de satisfacción, por cierto, la exclusión de los pro etarras en Estrasburgo, pero hay 150.000 votos manchados de sangre que los avalan).
¿Debería Rajoy platear una moción de censura? Habida cuenta la aritmética parlamentaria que hay, no prosperaría. Pero no es suficiente motivo. Y cierto que estas mociones no se anuncian sino se presentan. Lo hizo el PSOE de González -a través de Gómez Llorente, uno de los más honrados políticos que he conocido- a sabiendas de que UCD le superaba en escaños. Sin embargo, el efecto fue devastador: hasta Joaquín Garrigues, a la sazón ministro de Suárez, hubo de ir a votar en ambulancia -ya estaba muy enfermo- puesto que la coalición centrista hacía aguas por los cuatro costados hasta sumirse en auténtico debacle dos años después. No es el caso de los conservadores si quisieran afrontar una acción de esta naturaleza ni tampoco es comparable -llegado el momento- la formación supuestamente censurable, prietas las filas, ar. Y menos a la inversa; o sea, la cuestión de confianza. Porque Zapatero viene evidenciando que es un cobarde de tomo y lomo y que agotará el mandato hasta el último día de legislatura (no se contempla el suicidio en el caso de perder las elecciones de 20012). De modo que las cosas seguirán como sean. Confiando en el desgaste uno y otro. En pugilato aburrido, cuerpo a cuerpo, trabado, con un ZP abrazado a la fe del agnosticismo para remontar la crisis, viva la muerte, nucleares, no gracias, y un Rajoy, que si no supo denunciar la falsificación de las encuestas del CIS y, especialmente, los datos del paro, la contienda se quedará en un amagar y no dar a lo Ruiz-Mateos, que te pego leche. El árbitro imparcial saldrá elegido de entre las seis televisiones proclives al Gobierno. Trepa Lomana.

PD.- Si exigimos disculpas y rectificaciones a los políticos, los que escribimos -entre los que me cuento- debemos entonar el mea culpa cuando auguramos que Rajoy perdería las elecciones gallegas y europeas. Y no por el hecho de que rectificar sea de sabios.