Ante las elecciones
Con las elecciones en puertas, ahora sólo en Andalucía, advierto a mis lectores, para que lo tengan en cuenta, de la injusta fama de los políticos, quienes, para empezar, ganan menos de lo que merecen. Y si aspiran a gobernar es para mejorar el bienestar de todos, pese a lo angustiados que están por el dilema shakesperiano de si están imputados o sólo encausados, o sea lo mismo pero con distintas palabras. A la vista de las sansiroladas que sueltan de vez en cuando siempre viene bien un poco de humor. Cela me dijo en una entrevista en 1985 en un hotel de Horche, que los políticos son gente de poco seso, de escasa prepara-ción, y yo no voy a llevarle la contraria. Pero hay que reconocer que la mayoría de ellos se desvive de día, de noche y a mediodía tratando de mejorar nuestra vida. Ni un solo dirigente hay, se diga lo que se diga, que no sea íntegro, genero-so de su tiempo y de su esfuerzo (sic) pues arriba, a las cúpulas de los partidos ,como es bien sabido, sólo llegan los mejores. Y si alguno hay peor, que lo dudo, se queda fuera por selección natural: los bien preparados triunfan y los otros son relegados. Y no es verdad que en los partidos los muy brillantes sean arrincona-dos para que no hagan sombra a los que mandan pues, por definición, los parti-dos son órganos de selección de los buenos y de separación de los malos. Y quien diga lo contrario es que le han separado a él. Ya de pequeños se advierte quién tiene madera de político: son simpáticos, dicen siempre sí, aunque luego lo olviden, y son amigos de todo el mundo. Y de mayores, en campaña, abrazan a los viejecitos, besan a las viejecitas, y saludan a tutiplén Y no estoy pensando en un ex presidente regional. Pero hoy no hace falta molestarse tanto para conseguir votos: basta con ser guaperas, tener labia y salir mucho en la tele. Ahí tienen el ejemplo de Belén Esteban en lo social, y, si quitamos lo de guapo, Pablo Iglesias, el de la coleta, en política. Y si hablo así de ellos no es por despecho de no ser político, puesto que sin periodistas no habría políticos, y prueba de ello es lo simpaticones y confianzudos que se muestran con nosotros en vísperas electora-les, aunque quizá, o tal vez por ello, les amarguemos sus campañas con nuestras críticas. Y conste que hablo del pasado, pues ahora, gracias a mi edad, no me veo obligado a recoger y comentar las bobadas y pataratas que a veces se les escapan. Pero me río mucho.