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01/10/2010 - 09:45 Hemeroteca

EL HALCÓN
Andrés Aberasturi / Periodista
Es raro este país? Pues imagino que depende de cómo o por dónde se mire. Habría que conocer el resto para contestarse pero uno tiene la sensación de que en España todo se complica mucho, demasiado e innecesariamente. Aquí es noticia que el presidente del Gobierno se reúna con sus vicepresidentes.
Aquí todo es un poco raro. Aquí resulta sencillamente heroico -y caro- poner en marcha un pequeño negocio familiar o montar una pequeñísima empresa. Aquí para darte de baja en cualquier cosa, te piden mil papeles lo mismo que para contratar a alguien o algo. Aquí cuando les da por quitar/prohibir, lo mismo quieren terminar con los hombre-anuncio que con los chiringuitos playeros y cuando se ponen a hacer planes personales, resultan tan complicados que al final todo se queda en papel mojado. Aquí para que la Administración contrate por encima de unas cantidades que ya son ridículas porque se han quedado viejas, necesitan hacer concursos con plazos y recursos de forma que una de dos: o se saltan las reglas y se hacen trampas -lo cual está a la orden día- o lo que se pretende contratar se eterniza y termina por no dar tiempo. Aquí hay una ley según la cual esas administraciones publicas deben pagar en sus deudas en un tiempo determinado pero aquí hay miles de empresas y autónomos que llevan meses y meses esperando y como no cobran, tienen que cerrar o amenazar con quemarse a lo bonzo. Aquí nos comía la burocracia por la cabeza y con el estado de las autonomías sólo hemos conseguido que nos siga comiendo pero por los pies. Aquí rescatas o respaldas un banco con tu dinero -con el dinero de todos- y el banco, agradecido, te sube el precio del crédito aunque haya bajado el precio del dinero y te manda cartas amenazantes si te dejas tres euros al descubierto o se empeña en enviarte una tarjeta de crédito que tu nos has pedido pero que te cobra puntualmente por tenerla. Aquí baja el petróleo pero sube la gasolina, aquí contratas 20 megas y en realidad no te dan ni seis. Y así podríamos seguir llenando folios y más folios con ejemplos de esta ilegalidad consentida, consensuada, asumida mientras se gastan millones en el famoso y misterioso I+D+I. ¿No sería más útil que las cosas, sencillamente, funcionaran bien, que la ventanilla única fuera de verdad única, que hacer la declaración de la renta estuviera al alcance de cualquiera, que tener una empresita no significara hacerse gestor y trabajar para Hacienda media jornada, que cuando se arregla un plaza se cobrara lo arreglado al día siguiente, que una licencia no se eternizara en los despachos y tantas cosas que podrían solucionar sólo la buena voluntad para hacerlo bien, con una decisión política, con una mejor distribución del trabajo? Dos de cada tres españoles creen que con el nuevo Gobierno las cosas no van a mejorar e incluso van a ir a peor. No pasa nada. Nadie se pone nervioso por esa sensación porque los españoles somos muy dados a encararnos con el alguacil pero seguimos tartamudeando delante de un juez aunque vayamos de testigos de un accidente sin victimas; nos acollona, mas que la autoridad, el despacho, la bandera oficial o la foto de Sus Majestades. No sé. Hay algo contra lo que no sabemos, queremos o podemos sublevarnos aunque nos asista toda la razón; una especie da fatalismo nos lleva por la vida asumiendo sin más que este Gobierno lo va a hacer igual del mal que el anterior. No sé si me entiende; no estoy pidiendo un motín, sólo reflexionando por qué nos indignamos tanto con el/la de la ventanillas pero rellenamos tan pocas hojas de reclamaciones. Seguramente porque tienen membrete oficial o, sencillamente, porque no nos creemos ya nada.