Autónomos


En los ultimos días arrastro un trancazo (respitarorio) tal, que incluso la paternidad y madurez de este artículo estaba en entredicho. De esos días tontos, que no das pie con bola y que lo único que te apetece es tomar cosas calentitas mientras sobas al perro debajo de la manta hasta que uno se termine recuperando o no tenga más remedio que solicitar una parcela de tierra al lado del IES Brianda. Todas las partes del cuerpo que normalmente son útiles, se acaban inflamando y todo orificio que normalmente es impermeable, gotea. Un auténtico drama. No valgo ni para chope ni para masa de croquetas. Eso sí, desde los primeros síntomas, he tenido la mejor medicina posible que cualquier persona puede tener y que te permite trabajar de diario sin acumular ni un solo minuto de baja en media jornada profesional -Antono Recio dixit- de doce horas.  El fármaco suministrado no es otro que afiliarse al régimen especial de la Seguridad Social. Sí, como otros 3.350.000 almas, soy autónomo. El que suscribe es trabajador por cuenta propia y aunque uno quiera tener un mínimo de conciliación personal o profesional, uno no puede quedarse recuperándose sino que cada mañana hay que levantar la persiana. 

No quiero ser ventajista. En mi caso, dirijo una empresa con bastantes trabajadores y si falto unos días, más allá de acumular asuntos o delegar de más en mis compañeros, cosa no deseada, la facturación no se ve resentida y a priori no hay nubarrones para pagar los salarios o las cotizaciones. Otra cosa es la responsabilidad de querer atender a todo el mundo o de cumplir con los plazos, pero es otro tema distinto. Si quitas a una persona de un campo de fútbol, pues nadie se da cuenta, pero si eliminas a una persona de un ascensor, todo el mundo se percata. En España más del 55% de las empresas (autónomos y sociedades) no tienen trabajadores y el 93,4% tienen menos de nueve trabajadores, por lo que cualquier baja en las microempresas tiene un impacto tremendo en la calidad del servicio y en las cuentas de explotación de los distintos empresarios. De ahí que querer emprender, más que ser algo motivacional o simplemente algo con lo cual romper las cadenas de unos salarios vinculados a tablas salariales es, en muchas ocasiones, un auténtico suplicio. Qué bonita es la foto cruzando la línea de meta en una maratón, pero lo que duelen los 42 kilómetros solo lo sabe quien lo recorre.

Esto no deja de ser un alegato y un abrazo silencioso a todas aquellas personas que están peleando para sacar sus negocios (y sus vidas) hacia delante. Algunos para internacionalizarse, otros para crecer y la gran mayoría para simplemente sobrevivir un día más. Al final del arcoiris del autoempleo no hay una reunión de gordos ricachones con puros como antebrazos. No. Lo único que hay en la marmita dorada son pensiones inferiores a sus propios asalariados (el 85,7% de los autónomos cotizan por la base mínima, ya sea por incapacidad de pago mayor o por falta de confianza en el sistema) o la complejidad de disfrutar del CATA (Cese de la Actividad del Trabajo Autónomo) homólogo a la prestación del desempleo. Si a esto le añadimos que los grandes actores en muchos sectores han obligado a ampliar horarios y servicio ya sea por capcidad o por el mercado on line, pues hace que ser tu propio jefe sea la principal causa de divorcio en nuestro país después de las infidelidades. 

De verdad, admiro a los autónomos sin desmerecer a los asalariados, pero entiendo perfectamente que cada vez más gente quiera opositar o no complicarse la vida. Que cada uno haga lo que quiera, pero que respete al de al lado. Con estas cifras, cada vez habrá grandes grupos empresariales y se irá perdiendo el cariño de la empresa familiar. Escuchado en la calle, ¿para qué voy a perder 30 minutos en comprarlo en la tienda de día si lo puedo comparar en 3 desde mi casa por Amazon? 

Volviendo a mi goteo (el de nariz) y a mi dolor de cabeza, como buen autónomo, no quería faltar a la cita de escribir mi artículo 200 en Nueva Alcarria. Cada vez me acerco más a los más de 20.000 de D. Luis Monje Ciruelo que el 18 de abril hubiese cumplido un siglo de vida. Si él no faltó a la redacción nunca, los demás tampoco. Que el espíritu del autónomo nos imbuya.