Aznar y su inquina a Zapatero
18/04/2011 - 00:00
El ex presidente del Gobierno José María Aznar se ha convertido en un personaje sobrante de la política nacional. Sobrante, innecesario y definitivamente tóxico. Por colocarse frente a Zapatero es capaz de desautorizar al líder de su propio partido, Mariano Rajoy. Donde éste ve un "sátrapa iluminado", Aznar ve a un "amigo". "Extravagante pero amigo", dice. Desde que dijo en sede parlamentaria que a los autores de los terribles atentados del 11-M no debíamos buscarlos en montañas lejanas, el ex presidente no ha dejado de sugerir que aquel trágico jueves de sangre tuvo autores intelectuales de cercanías. Y no se le mueve un músculo cuando se refiere al hilo, manejado a distancia, que vincula aquel jueves de sangre con aquel domingo de urnas del mes de marzo de 2004. Por situarse del lado contrario a su sucesor en Moncloa es capaz de causarle serios desperfectos a la imagen exterior de España.
Eso hizo hace unos días, durante una conferencia pronunciada en la universidad neoyorquina de Columbia cuando auguró un negro futuro a la economía nacional. Tampoco es ajeno a la operación personalizada por quien fue su ministro del Interior, Jaime Mayor Oreja, en los tiempos del proceso negociador del Gobierno con ETA en 1998. Me refiero a la operación de acoso y derribo a Zapatero y Rubalcaba, sobre los que se deslizan maliciosas insinuaciones de entendimiento por debajo de la mesa con la banda terrorista. Nada que ver, claro, con aquellas otras operaciones en las que Aznar y Mayor Oreja intentaron lo mismo que el actual Gobierno intentó en 2006. Hagamos memoria. Por una parte: tregua de una semana decretada por ETA el 23 de junio de 1996, respondida cinco días después por Moncloa con el acercamiento de 32 presos etarras a las cárceles vascas, mientras Mayor Oreja saludaba el "ambiente propicio" que se estaba creando para "avanzar en la pacificación".
Y por otra parte, las dos sentadas de los enviados de Aznar. La primera, el 11 de diciembre de 1998, con la cúpula de Herri Batasuna en un chalé de la comarca burgalesa de Juarros. Y la segunda, cinco meses después, en un hotel de Zurich con la cúpula de ETA. No pudo ser. Tampoco pudo ser lo del proceso negociador cuyas esperanzas quedaron enterradas bajo los escombros de la T-4. Desde entonces, cuatro cúpulas de ETA reventadas y 430 detenidos mientras en la banda terrorista reina una situación de "inseguridad, confusión y vacío de poder", según un informe policial desvelado por el diario "El País". No son precisamente señales propias de una complicidad entre el PSOE gobernante y el grupo de criminales que nos vienen amargando la vida durante los últimos cuarenta años.