Cambiar las cosas para que no cambie nada

23/10/2010 - 00:00 Antonio Diaz

E l presidente Rodríguez Zapatero ha efectuado una nueva reforma de su gobierno con la finalidad de aparentar dar un giro de timón cuando en realidad no está cambiando nada. La sustitución de algunos de sus pesos pesados, como la vicepresidenta De la Vega, por otros que se refuerzan, Rubalcaba, o los cambios en ministerios de algunos de sus ministros de confianza (Trinidad Jiménez), a pesar de su nuevo fracaso en Madrid, a lo que se suma la introducción de algunos de sus amigos de la ejecutiva del PSOE (Leire Pajin), que a pesar de sus tejemanejes familiares en Benidorm, al puro estilo del pepero Zaplana, sigue siendo recompensada, muestran que estamos ante un malabarismo político y no ante intenciones reales. Quizás el cambio mas sorprendente es el nombramiento en sustitución de Corbacho en la cartera de trabajo por un sindicalista, Valeriano Gómez, que participo en la huelga general contra el gobierno del que ahora formara parte y que ha recibido el encargo, según el propio Zapatero, de “defender la reforma laboral”, es decir, para nada cambiarla. Este despropósito surrealista, el de nombrar para continuar la reforma a un sindicalista que la combatió es muestra del desvarío político en el que nos tiene perdidos el presidente. Otro cambio de carácter político, por no decir, clientelar, es el nombramiento de Rosa Aguilar, premiada así por su traición a Izquierda Unida pasando a ser consejera en el gobierno autonómico andaluz, y ahora doblemente premiada como forma de dar un aviso a los que intentan recoger la perdida de votos del PSOE por la izquierda. El aviso es claro: si os subís al carro tendéis recompensa, y el IU nada de nada. El Partido Reformista cree que, en definitiva, se trata de una maniobra de imagen del presidente, que intenta salvar el barco del naufragio sea como sea, aunque en el fondo el paso adelante no haya sido mas que un paso atrás, cediendo por un lado a las presiones sin argumentos del Partido Popular y, por otro lado, reforzando al ala clásica del partido (representada por Jauregui y, especialmente, Rubalcaba) como si Zapatero buscara refugio en aquel PSOE tan desgastado ya de los gobiernos de Felipe González. .