Campaña de Manos Unidas

13/02/2011 - 00:00 José Sánchez González

Dentro de la Campaña anual de Manos Unidas, en la semana que termina, en todas las diócesis de España, tienen lugar diversos actos. En este domingo, 13 de febrero, se organiza en todas las parroquias y lugares de culto una colecta especial y se nos pide que oremos por esta obra y por sus buenos servicios y que pongamos mayor interés en los destinatarios de los mismos, que son los más pobres de la tierra. A ellos quiere llegar esta organización de la Iglesia Católica Manos Unidas, empeñada en la lucha contra el hambre y el subdesarrollo en el mundo. Este año Manos Unidas se ha fijado en toda España como principal objetivo combatir la muerte de tantos niños. Más de mil niños mueren en el mundo cada hora, antes de cumplir los cinco años, de hambre o por enfermedades que fácilmente podrían evitarse o curarse, si sus padres contaran con el mínimo de posibilidades para subsistir. El lema de la Campaña de Manos Unidas para este año, referido a los niños es: “Su mañana es hoy”. Efectivamente, de lo que suceda hoy dependerá que millones de niños tengan o no tengan mañana. Pero, por desgracia, lo que está sucediendo es que muchos niños nacen en la más absoluta pobreza de sus padres o con enfermedades como el sida, la tuberculosis, los efectos de la malaria y de otras enfermedades de sus padres o muy pronto las contraen ellos, sin remedio para salvarlos de la muerte. Muchos mueren también por los efectos del agua contaminada. El derecho a la vida, proclamado solemnemente por todas las convenciones y derechos de las naciones, se convierte en una farsa, ¿Qué hacer para que este hoy de hambre, de miseria y de subdesarrollo en que nacen tantos niños cambie y se les pueda asegurar un mañana, al menos con vida? ¿Qué hacer para que los derechos del niños sean reales y no sólo teóricos? Es verdad que la primera obligación de garantizar a la infancia las posibilidades mínimas de que puedan nacer y sobrevivir corresponde a los padres y a los gobiernos de las naciones a las que pertenecen. Pero también es cierto que muchos padres y muchos Estados y administraciones públicas, por las razones que sean, no cuentan con los recuross necesarios para garantizar la vida sana, el alimento, la higiene, la cultura, el desarrollo de sus ciudadanos. Y aunque no es fácil que nosotros podamos remediar males tan grandes, sí que podemos colaborar a reducir el número de niños que mueren por causas hoy remediables. Esta es la generosa colaboración que se nos pide por medio de Manos Unidas. No vale la excusa de que también nosotros padecemos carencias y entre nosotros hay personas y familias a las que ya estamos ayudando. Con generosidad y un pequeño esfuerzo o sacrificio podemos ayudar más y mejor. Muy importante es, sobre todo, mentalizarnos y sensibilizarnos tomando conciencia de esta pavorosa realidad del hambre y del subdesarrollo que tiene tan dramáticas consecuencia como la muerte prematura de tantos niños, la enfermedad, fácilmente curable de tantos niños y adultos, la falta de los recursos mínimos para la subsistencia y de las legítimas esperanzas de vida y de vida digna. Mientras nosotros aquí, en este mundo desarrollado, bajo la influencia del ambiente consumista, gastamos más de lo que necesitamos. Solamente un cambio de mentalidad y una mayor sensibilidad ante las carencias y desgracias ajenas, por muy lejanas que nos parezcan, podrá colaborar a hacer desparecer estas lacras que deberían avergonzarnos.Los cristianos, porque sabemos que somos hijos del mismo Dios y Padre y, por tanto, hermanos en Jesucristo, que manifestó siempre una especial predilección por los pobres, los enfermos y los excluidos, si, además, participamos en la Eucaristía, signo y expresión suprema del amor de Dios y del amor fraterno, tenemos razones especiales para ser más sensibles y generosos en la ayuda a nuestros hermanos más necesitados, en este caso a los niños de los países pobres, amenazados de muerte prematura por causas fácilmente evitables.