Campaña descafeinada
03/11/2011 - 18:24
a pasada noche comenzaba oficialmente la campaña electoral que finalizará el próximo día 18 para dar paso a la jornada de reflexión el sábado 19 y a la cita con las urnas el domingo 20. Desde que Zapatero anunció el pasado mes de junio que las elecciones generales serían el 20-N hemos vivido cuatro meses de una constante campaña solamente atenuada por el periodo estival. Ha llegado el momento de que el candidato popular, Mariano Rajoy y el socialista, Alfredo Pérez Rubalcaba se vean las caras en las urnas. El proceso, a estas alturas de la democracia, no tendría mucho de novedoso sino fuera por los condicionantes que circulan alrededor de unos comicios adelantados y marcados por su propia peculiaridad. Por una parte, la grave crisis económica que estamos viviendo con 5 millones de personas en paro o 1.400.000 familias en las que ninguno de sus miembros tienen trabajo hace que las medidas que los candidatos y sus partidos propongan para salir de esa situación vayan a ser las propuestas estrella de unos programas en los que las grandes promesas se evitan proporcionalmente a la cantidad de austeridad de la que se presume. Por otro lado, el PSOE presenta a un candidato que siendo la primera vez que aspira a ser el presidente del Gobierno, sin embargo, lleva muchos años en política y ha ocupado cargos importantes, lo que podría restar su credibilidad a la hora de proponer soluciones. Y por último, todas las encuestas conocidas en los últimos meses dan como claro vencedor al PP. Incluso hablan de una diferencia que oscila entre los 14 y los 16 puntos, lo que supondría una clara mayoría absoluta para los populares y un resultado desastroso para los socialistas. Las tres variables parecen invitar a una campaña descafeinada, en la que además se prevé una alta abstención. En Guadalajara, la situación no difiere mucho. Las variables son las mismas, y los cabezas de lista en ambos partidos no han supuesto grandes sorpresas, por lo que los resultados no parecen imprevisibles. Quedan dos semanas por delante para escenificar lo que parece estar ya decidido, a pesar de los soberano y voluble que es el pueblo.