Campoamor

17/04/2015 - 23:00 Pedro Villaverde Embid

Hace pocos días despedíamos con tristeza a un genio de la pintura, Carlos Santiesteban, Otras veces hemos hablado de la Saga de los Santos, el padre, Fermín, y los hijos Raúl y Antonio, pintores de nuestra niñez y adolescencia en la ciudad del Doncel. Incluso hemos recordado la figura de un artista universal, catedrático de Dibujo y director del Instituto Liceo de París, Regino Pradillo, al que apenas conocimos pero al que unió íntima amistad con la familia. Este viernes nos referimos a quien dicen es genuino representante de la pintura contemporánea en Guadalajara, especialmente conocido por su temática paisajística. Tampoco respecto a él somos nadie para opinar en cuanto a su calidad o estilo pictórico más allá de lo que percibe un simple observador. En cambio sí podemos destacar la dimensión humana de Jesús Campoamor al que nos une buena amistad desde aquellos inolvidables momentos que vivimos como miembros de la junta directiva del entonces Club Siglo Futuro, hoy Fundación. Fue en los primeros años de la década de los noventa. En realidad era su mujer, mi querida amiga Delia Pinillos, la compañera, pero Jesús no faltaba al vino de después de la reunión ni por supuesto a ninguno de los actos culturales siempre de gran nivel que organizaba y sigue programando Juan Garrido. De carácter abierto, siempre divertido y de buen humor destaca de Campoamor su jovialidad y vitalidad, un tanto sorprendente en un hombre que supera los ochenta años y que sigue bajando con su coche al cine, a comprar o a asistir a cualquier evento desde Torija, donde tiene preciosa casa en la que le gusta recibir a los amigos. Jesús, y ahí están las hemerotecas, aparte de sus múltiples exposiciones individuales y colectivas por la provincia, España y por distintos países europeos, es un personaje habitual y de referencia en el mundo de la cultura de Guadalajara siendo activa su contribución desde hace décadas. Gran amigo de Manu Leguineche, al que acompañó hasta su final, este pintor y escultor es también escritor. La pasada Navidad nos regaló a un grupo de amigos la edición limitada de su pequeña obra El milagro de la bella evangelina, relato de gran imaginación e interés. Ahora vuelve a exponer durante un mes en la sala de arte ‘Antonio Pérez’ en el Centro San José. Es la enésima muestra de un hombre muy vivo, inquieto, pero sobre todo, para nosotros, de un amigo de entretenida conversación y encuentros agradables.