Carta a Mario, un niño grande
07/03/2011 - 00:00
Un niño grande, que siendo inocente, ingenuo, juguetón, cariñoso,
como corresponde a un niño de su edad, el destino le hizo madurar de golpe y en un minuto le trasladó al final de su ciclo vital que por ley natural no le correspondía.
Si el sentido de la vida, más o menos corta dependiendo del funcionamiento de los órganos corporales, es ser personas comprensivas, lúcidas, generosas, honestas, que construyen y no destruyen, que aman la justicia y hacen del respeto a los demás un compromiso, Mario ha sabido dar, en el corto período de tiempo que ha estado entre nosotros, verdadero sentido a esas palabras. Y lo ha conseguido de la única forma posible: aprendiendo, siguiendo las huellas de los que le precedieron, sus padres, aprendiendo de todo y de todos, convirtiendo cada día en una aventura sin límites que ensancha los horizontes de la mente, tejiendo una telaraña de conocimientos que le han permitido entender más y mejor a los demás y de paso a él mismo. Aprendiendo cada lección que guarda la vida, porque cada una de ellas es una marca que indica el camino de salida al laberinto de sentimientos, emociones y pensamientos a la deriva. Aprendiendo para poder dejar a todos los que compartimos con él vivencias, juegos, risas y experiencias, un legado que sentiremos como nuestra savia vital. La vida no es fácil y nunca lo ha sido, es como es y viene como viene, pero sí podemos en el plazo que el destino nos permita, agrandar las alegrías y trasladar nuestro sufrimiento gracias a las palancas que el aprendizaje pone a disposición de nuestro entendimiento.
Que el hijo, amigo, alumno, compañero que hoy nos deja sea la primavera del futuro que con fuerza renace cada año y nos ayude a seguir aprendiendo. Con cariño de tus profesores, compañeros y toda la comunidad educativa.