Con 97 años

10/01/2016 - 23:00 Luis Monje Ciruelo

Mi amigo Juan Pedro, que es paisano de Quevedo, porque nació también en Villanueva de los Infantes, Ciudad Real, ha iniciado este primero de enero su 98 vuelta alrededor del Sol, lo que llamamos año, y está dispuesto a dar las que hagan falta con tal de no perderse cada mañana su paseo a la ermita de San Roque donde se reúne con un grupo de amigos más o menos coetáneos, que en total sumamos más de 1.300 años, lo que quiere decir que predominan los octogenarios y nonagenarios. Con su tran-trán de pasitos cortos, sin más apoyo que un bastón, no falta a la reunión en la explanada de la ermita. Al comenzar el año, las bromas y dichos que constituyen la salsa de las reuniones, se centran en el paso del tiempo y en el final de la vida. Llevado de mi vocación didáctica y presuntamente poética les he pergeñado un poema, Quintillas para senectos, que comienza así puesto que andar es la consigna de todos: Si vivir es caminar/ y caminar es vivir/ no te pares a pensar/si te tienes que sentar/ sino que debes seguir. Y es que la vida es camino/ a veces con mucha cuesta/ y no llega a su destino quien reniega de su sino/ y por descansar apuesta/ Y que termina: “Eres viejo, eres anciano/ pero aún tienes en tu mano/algunas cosas que hacer/ y no te lo digo en vano /porque no vas a volver”. Y en medio incluyo varias reflexiones:
1) “ser anciano es estar vivo/ luego no esta mala edad/ por eso no es de recibo/ que con el pie en el estribo/ olvides esa verdad”.
2) la vida es enfermedad/ que nunca nadie curó/ vívela con la verdad/ desde la primera edad/ porque nadie lo logró/
3) no mires siempre al pasado/ por no convertirte en sal/ si hay cosas que has olvidado/ por otras las has cambiado para bien o para mal.
/4) La vida es sólo un trayecto/ que nos lleva, curvo o recto/ ante la cara de Dios:/ allí iremos, lento o presto,/ el uno del otro en pos. No hacen mucho caso de mis versos, aunque se entienden, no como los ininteligibles modernos que parecen escritos sólo para iniciados.
Las bromas y dichos que constituyen la salsa de las reuniones (quién ha dicho que los viejos son unos amargados?) se centran estos días en el inevitable paso del tiempo y el final de la vida, sin que por ello decaiga el buen humor. Me da la impresión de que pensamos, como en los accidentes, que quienes los sufren son siempre los otros, aunque la muerte no es accidente, sino esencia, algo seguro y asumido más o menos cristianamente, por todos.