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01/10/2010 - 09:45 Hemeroteca

EDITORIAL
La XXVIII edición de la Feria Apícola de Castilla-La Mancha abría ayer sus puertas en un año en el que su celebración va más allá de la demostración de su consolidación. En un momento en el que la crisis económica hace mella hasta en las mejores ferias, esta muestra se inauguraba, no sólo ocupando más metros cuadrados (1.300) que en años anteriores sino con mayor número de expositores.
Si su crecimiento paulatino, año a año, se consideraba un refuerzo para un sector como el apícola, que supone un importante “pellizco” de la economía provincial en las áreas rurales, el relieve adquirido tras sus 28 años de vida se convierte en el mejor ejemplo de que la calidad se reconoce. Y es que esa es, principalmente, la característica de la miel reconocida por el Consejo regulador de la Denominación de Origen Miel de la Alcarria. Si a eso se suma el desarrollo de la investigación y el trabajo callado que se viene haciendo desde hace décadas, a pocos les extraña que la Feria Apícola se haya convertido en el principal foro internacional de intercambio de conocimientos sobre las abejas. Pero si Pastrana se ha convertido en este epicentro, no es sólo por el esfuerzo realizado desde el propio municipio, sino por el apoyo recibido por parte de todas las administraciones. Aquí los colores políticos se colocan en un segundo plano y sobrepasan el interés general. Que la presidencia de la Fundación de las Feria recaiga sobre la presidenta de la Diputación, no es más que la muestra de que la institución apuesta en firme por este sector. Pero no sólo las administraciones provinciales, sino el propio Gobierno regional y el central apoyan una muestra impulsada por el Ayuntamiento pastranero y sus gentes. El Ejecutivo de Toledo siempre ha estado en el trasfondo de una feria que el propio presidente castellano-manchego, José María Barreda, calificaba ayer de “muestra viva”. Un trabajo conjunto entre sociedad y administraciones que desde hace dos décadas deja sus mejores frutos en Pastrana.