Con motivo del Día del Cooperante

01/10/2010 - 09:45 Hemeroteca

Por:
Carta al director
GERARDO MAGARIÑOS LAGUÍA / Fundación Castellano-Manchega de Cooperación
Con motivo de la celebración del Día de Cooperante sería oportuno hacer alguna breve reflexión en torno a esta figura y a cómo es percibida socialmente, ya que sobre ella recaen una serie de estereotipos y prejuicios –positivos y negativos- por parte de la opinión pública, que es preciso identificar y, en la medida de lo posible, reconducir.
Por un lado, y tal vez sea la idea más extendida, está la de que los cooperantes hacen una labor asistencial en países exóticos bajo condiciones muy adversas. Esta visión probablemente sea consecuencia de la vinculación tradicional que se ha establecido con la labor de caridad de la Iglesia católica en remotos países a través de los “misioneros” o, más cerca en el tiempo, de una imagen un tanto reducida construida y difundida por parte de los medios de comunicación. Pues bien, auque de ello se desprenda un reconocimiento y respeto por la labor, también motiva que su desempeño se asocie a una visión de la ayuda más parecida a la beneficencia o a la heroicidad, que a la realidad diaria de los numerosos cooperantes involucrados en verdaderas actuaciones de cooperación al desarrollo.
Sobre esto último, y aunque cada vez está más claro para los que trabajan en el ámbito de la cooperación internacional, habría que insistir en diferenciar la ayuda al desarrollo de la tradicional caridad o los más actuales conceptos de acciones humanitarias y de emergencia.
La cooperación al desarrollo implica la participación en pie de igualdad de los actores implicados en la acción, en el proyecto (beneficiarios/as, organizaciones e instituciones de los países receptores, ONGD y agencias donantes), en función de las distintas posibilidades de cada uno de ellos, y siempre con el horizonte de que ese impulso sirva para adquirir unas capacidades (técnicas, económicas, educativas) que, algún día, generen unas condiciones tales que hagan innecesaria la ayuda externa.
Sin embargo, aun dentro de este enfoque, y en respuesta a la diversidad de planteamientos personales, a la pluralidad de ONGD o a la variedad de situaciones a las que atender, las posibilidades en las que pueden encajar los llamados “cooperantes” son múltiples. Desde luego no es lo mismo pertenecer a una gran ONGD internacional que a un grupo de vecinos de un municipio que constituyen su propia asociación movilizados por una causa concreta, o no es igual trabajar en Perú que en Togo, como tampoco lo es tener 25 que 45 años, o permanecer “en el terreno” 3 meses en lugar de 3 años. Pues bajo todas estas posibles combinaciones y muchas otras más, se conforma la figura del cooperante que, en general, goza de un alto reconocimiento de su propia sociedad y de aquella en la que actúa.
No obstante, se dan una serie de circunstancias más o menos compartidas por todos/as ellos/as y que envuelven su quehacer diario, como unas difíciles condiciones de trabajo, el choque cultural, la inseguridad, el riesgo de accidentes y enfermedades o la lejanía con la familia, que es justo reconocer. Más allá del halo de romanticismo que transmiten, también dedican buena parte de su tiempo a atender farragosos trámites administrativos, a asistir a innumerables reuniones o a realizar pesados desplazamientos, aunque la satisfacción que les reporta su labor sin duda se sobrepone a todo ello. Por todo esto, en consonancia con el reconocimiento social e institucional, y del creciente número de personas, principalmente jóvenes, que han salido al extranjero en la última década, en el año 2006 se aprobó el llamado “Estatuto del Cooperante”, instrumento con el se pretende regular la relación jurídico-laboral de quienes se dedican a la cooperación al desarrollo y a la acción humanitaria. Éste obedece a una sentida demanda de parte de cooperantes y ONGD, directamente relacionada con el fenómeno de la ascendiente profesionalización del sector en aras a una cooperación de mayor calidad, sin por ello dejar de reconocer otras maneras de actuar.
El Día del Cooperante que hoy celebramos se hizo coincidir con el aniversario de la firma de la Declaración del Milenio de Naciones Unidas, en la que 189 jefes de Estado se comprometieron a hacer efectivos los ocho Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM), en pos de los cuales se encamina la labor de los cooperantes, pero que ha de ser acompañada por los comportamientos de todos/as (ciudadanos, dirigentes políticos, empresarios o medios de comunicación), desde nuestras respectivas responsabilidades y con nuestro actuar cotidiano.