Construir la paz en la mente de los hombres

23/05/2011 - 00:00 Víctor Córcoba Herrero

La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, ha reinventado un saludable propósito: construir la paz en la mente de los hombres. La gran asignatura pendiente. Es un llamamiento a todos. Hay que hacerlo con aquello que nos une. Hacerlo ya. Adoptar una actitud comprensiva con respecto a los lazos que nos conectan con cada persona y con cada grupo en el mundo. Desde luego, la paz hay que ganarla todos juntos, con un lenguaje que confluya en el corazón y en la mente de cada uno. Sin armas. Con alma. Por desgracia, en menos de una década han aumentado en la mitad los gastos militares mundiales. O caminamos todos unidos hacia el desarme, o nunca hallaremos la paz, porque la guerra es una entelequia de un mundo descerebrado temible y tremento, que hay que cambiarlo. La revuelta se cimienta con una mente abierta y con una regenerada conciencia colectiva.


   En la mente de los hombres, sin duda, hay que injertar la promoción de la supervivencia humana, la seducción por las cosas bellas. La belleza, en su hondo sentido, ha de ser renombrada como lo hicieron los antiguos, al florecimiento de la virtud, que nunca fue fácil cultivarla. Ya lo advirtió en su tiempo Cervantes, con aquella frase célebre de que “la senda de la virtud es muy estrecha y el camino del vicio, ancho y espacioso”. Todo en el mundo parece enviciado. La inmoralidad inherente a formas de vida esclavas y poco solidarias, nos las tragamos y padecemos sin apenas decir nada. Junto al aluvión de desenfrenos, que no tienen nada de humanos, son bestiales, la maldad tiene licencia permanente. Todo los perversiones las engullimos. Y claro, la capacidad regenerativa del planeta tiene un límite.


   Nuestros derroches consumistas pasan factura a los recursos que cada día tenemos menos. Como siempre, los pobres son los grandes sufridores. Van a seguir siéndolo, porque se continua invirtiendo más en armas que en educación. Para construir la paz en la mente de los hombres hace falta, de una vez por todas, hablar claro y hondo. Por lo pronto, mandar callar a los que sólo practican la virtud para conquistar reputación. Acto seguido curar a los soberbios. Posteriormente, excluir del poder a los que permiten que la crueldad gobierne los caminos de la vida. La semilla del bien no prende, ni reprende, porque todo se gasta y se malgasta, sin freno alguno, y lo que es peor, dañando a las personas más débiles con la relajación de todos.