Contra la historia y el sentido común

25/09/2015 - 23:00 Emilio Fernández Galiano

Y contra el presente y el futuro. La deriva soberanista en la que se han enroscado determinados partidos políticos catalanes, no hace más que confirmar que más grande hay que hacer la alfombra cuanta más mierda hay que ocultar. La lógica, el sentido común y lo racionalmente político concluyen que una hipotética independencia de Cataluña es más propia de una novela de Asimov o un cómic de Ibáñez. Entre la ficción y la guasa. Es que no se lo creen ni ellos –como diría Julio Iglesias: y lo saben-. El tratar aquí este tema, que innegablemente está de rabiosa actualidad, me lo he pensado varias veces. Primero por no abundar más en esta telenovela que rompe todos los límites de lo razonable y alcanza los mayores niveles de esperpento. Segundo porque mis fieles lectores de La Raposera, merecían algo más divertido o entretenido en el regreso tras mis vacaciones. Pero he caído en la tentación. La inminencia de las elecciones, pasado mañana, y el hecho de que en cualquier tertulia, en cualquier charla de café o en cualquier cenáculo el tema de conversación es el mismo, obligaban a bajar la muleta y trastear al animal, manso y bizco de pitones, pero al final acudiendo al engaño. Las dos Castillas son la reserva de la españolidad, y desde estas tierras asistimos atónitos a una puesta en escena que por extraña asumimos como delirante, un cuento valleinclaniano con vernáculos personajes que se recrean entre la miseria y la farsa. Es curioso, porque los castellanos, sin ser ciertamente muy expresivos, nos hemos dejado siempre querer, o hemos sido objeto de atención y elogio por gallegos, vascos, andaluces o catalanes. La Generación del 98 es buena prueba de ello. Por eso nos cuesta tanto entender lo que pasa allende las aguas del Ebro, donde algunos no se dejan querer y pretenden ir también contra la geografía, donde los Pirineos les situó en la Iberia natural. Como dije, también van contra la Historia, compartida en común desde que las Españas se fundieron en una, siendo uno de los Estados más antiguos del mundo. Que sólo unos cuantos años, allá por el XVII, algunos catalanes prefirieron el pendón francés, que lo abandonaron precipitadamente retornando a la descentralizada España, que siempre respetó su singularidad. Van también contra el sentido común. Gozando de más competencias que ninguna administración federal del mundo, pretenden crear fronteras cuando los nuevos tiempos las eliminan, cuando la globalización de los mercados recomiendan eliminar trabas y no crearlas. Van contra los nobles sentimientos de la mayoría de los españoles y muchos de los catalanes, que más allá de los de la solidaridad y convivencia común, aspiran al bienestar social y la prosperidad. Van contra la lógica y la propia estrategia política. El “mesías” Artur Mas ha fulminado el escenario político catalán, donde su coalición, Convergencia i Unió, gobernó durante más de cuarto de siglo siendo la principal fuerza política. Hoy, ya dividida, es un residuo escondido en un bodrio electoral camino a ninguna parte. El “muy honorable”, recurriendo al aforismo de Groucho Marx, está llevando a Cataluña de la más discreta pobreza a la más absoluta de las miserias, escondiendo en esa alfombra nacionalista en la que se envuelve su nefasta gestión. Prefiero observar todo lo que está ocurriendo como si fuera una parodia, un ensayo o un juego. Un sainete o vodevil en el que los personajes corretean alocadamente haciendo reír al generoso público. O incluso como una broma de mal gusto. Al fin y al cabo el día 28 tendremos que, de nuevo, madrugar, para ganarnos honradamente la vida. No en vano, y recurriendo otra vez al ingenio de Groucho, “la política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados.