Contradicciones de la democracia
Una de las situaciones más indignantes de nuestra democracia son las grandes contradicciones que se producen en ella. Es necesario descubrirlas y desenmascararlas. A parte de la contradicción radical que supone, en muchos, la oposición entre discurso y realidad, entre lenguaje y vida, entre teoría y práctica, tenemos el proceso más repugnante en el que se instalan los protagonistas de la izquierda cultural que viven como ricos burgueses y hablan como pobres proletarios. La realidad y los intereses de muchos des-mienten su discurso y mensaje. Tenemos una serie de personas y personajes que aborrecen y critican la economía de mercado pero viven del mercado como economía. Sobreactúan, se exponen, se asomen diariamente y acuden a la subasta de ideas y opiniones Tenemos defensores de la igualdad que viven en la diferencia y clasismo, en la discriminación social y económica. Son críticos de la riqueza pero viven en la abundancia. En política y en democracia, el factor subjetivo, personal, testimonial y ejemplar juega tanta importancia como el dato, las cifras o el sistema. Esto sucede igualmente con el fenómeno eclesial y religioso. La jerarquía vive al margen de los problemas y necesidades del pueblo creyente, preocupados sólo por su posición en el organigrama ascendente. Aquellos defensores de la solidaridad que tienen su existencia asegurada, en la que no falta nada y sobran muchas cosas. Aquellos que denigran la precariedad laboral de muchos y ellos están protegidos por contratos blindados de por vida. El ciudadano, que con su instinto de igualdad y democracia observa estas diferencias e injusticias, se rebela primero, silenciosamente, en su interior y, más tarde, estrepitosamente, en su entorno asociativo. Algunos esperan que llegue el día en que el sol de la libertad brille sólo para aquellos que son ricos. Otros que la lluvia de la igualdad caiga sólo sobre los campos de los poderosos. Denuncian el abuso de airear su vida privada o de su intimidad mientras ellos trafican y negocian con ella. Lideran la denuncia de la acción opresiva del poder pero ellos se obsesionan por dirigir la vida de los demás a su favor. La visión oscura de la sociedad llega al máximo cuando se produce esta contradicción de la conciencia social. Ese es el riesgo y el coste de la democracia: que unos viven según piensan y otros piensan según viven. También los sistemas capitalistas tienen sus contradicciones. Mientras se habla de la función social de la riqueza y del mercado, se sigue explotando al hombre por el hombre. La inadecuación entre mensaje y compromiso, entre teoría y realidad social, entre promesas y cumplimiento, es una de las grandes decepciones de la democracia. Todavía nos asombramos de que el pueblo crea en ella. ¿Hasta cuándo durará el engaño?