Cuando el asesinato se considera sagrado

08/06/2011 - 00:00 Ana sáez


Cuán increíblemente difícil lo ha tenido en la Tierra el mensaje de Dios, lo muestra no sólo el trato de la Iglesia para con todos aquellos que en el transcurso de los últimos dos mil años han proclamado un cristianismo interno en el seguimiento de Jesús. La aversión de lo demasiado mundano contra lo divino, la resistencia de la tradición contra la evolución espiritual y la lucha del sacerdocio contra el espíritu profético marcan ya los primeros tiempos de la historia sagrada bíblica. Pero los Textos bíblicos no proceden de testigos de los hechos, son escrituras de aquello que fue trasmitido ante todo sólo oralmente a lo largo de los siglos y tampoco proceden de una sola fundición.


   Uno de los ejemplos más significativos lo tenemos en uno de los principales mandamientos del decálogo proclamado por Moisés, el que dice “No matarás”, a pesar de eso algunos redactores de la Biblia convierten a Yahvé en un Dios de la guerra, que sin piedad ordena campañas bélicas de conquista y llama a golpes de muerte y destrucción, saqueos y violencia. Alguno verá esto como imposible, pero realmente es así. Aspectos sangrientos y crueles fueron una y otra vez atribuidos a los verdaderos profetas de Dios y trasmitido como Su voluntad. Algunos pasajes son tan sanguinarios que a uno le parece imposible que se encuentren en la Biblia como “palabra de Dios”. Un ejemplo: “Entonces habló Moisés con el pueblo en estos términos: Armad hombres de entre vosotros para que luchen contra los madianitas, a fin de ejecutar en ellos la venganza de Yahvé... Y lucharon contra los madianitas, como Yahvé había ordenado a Moisés, y les mataron a todos los varones.


   Entre los muertos se encontraban también los reyes de los madianitas... Y los hijos de Israel tomaron como cautivas a las mujeres de los madianitas y a sus hijos. Y saquearon todo su ganado, todos sus rebaños y toda su hacienda; incendiaron todas sus ciudades en los diversos puntos de su residencia y todos sus campamentos... Y Moisés se encolerizó contra los jefes del ejército... y les dijo: ¿Por qué habéis dejado con vida a todas las mujeres?... Así, matad ahora a todos los varones de entre los niños y a todas las mujeres que no sean vírgenes; pero dejad vivas para vosotros a todas las muchachas que no hayan tenido ayuntamiento con varón” (4.Moisés 31,1 y sig).


   El gremio más alto de la Iglesia Católica declaró en 1965 en el marco del segundo concilio Vaticano: “Lo manifestado por Dios, que está contenido en la Escritura Sagrada, está marcado por la inspiración del Espíritu Santo; pues con motivo de la fe apostólica, nuestra madre sagrada, la Iglesia, considera sagrados y canónicos los libros del Antiguo y Nuevo Testamento en la totalidad con todas sus partes, porque están escritos bajo la actuación del Espíritu Santo..., tienen a Dios como autor y han sido entregados como tales a la Iglesia.


   Para su redacción Dios ha elegido a hombres que mediante sus propias cualidades debían servirle para transcribir como verdaderos autores todo aquello que El, actuando en ellos y a través de ellos, deseaba tener escrito”. A la vista de estas disposiciones es imposible restarle importancia al asunto. Pues las Iglesias lo han cumplido literalmente durante siglos. Es como si Satanás hubiera escrito sobre Dios y luego encontrado a cómplices que lleven a cabo sus blasfemos “mandamientos” y los consideren todavía hoy útiles para enseñar e instruir.


  


  


















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