Cuestión de conciencia

23/10/2012 - 00:00 Jesús Fernández


  La democracia es una cuestión de conciencia, o sea, de libertad a nivel individual como sujetos y a nivel colectivo como comunidad. La relación entre política y conciencia en las decisiones es muy difícil de mantener actualmente. El mayor peligro de la democracia, de la política es que se pierda la conciencia en ella y por ella. Yo no tengo conciencia, yo no tengo principios, podrían decir muchos gobernantes en nuestros días pues la pasión por el poder elimina toda otra fuerza o motivación moral en su vida. Les ciega la atracción y la soberbia de la gloria y de la notoriedad junto con las riquezas adscritas al poder. Se pierde la conciencia cuando, por querer entrar y ascender en política, se rinde uno a los encantos de los dirigentes en un culto a la personalidad que roza la adoración y la exaltación.

  No se piensa, no se tienen razones propias, no se dispone de principios, sólo interesa la alabanza y el seguimiento ciego del caudillo. Porque en democracia también hay caudillos y el peligro de ser arrollados por ellos es evidente pues hay muchos intereses en juego. Los que mandan, mandan también en el interior del pensamiento y es muy difícil enfrentarse a ellos con ideas para salvar la propia convicción y libertad. Hay un seguidismo irracional de ideologías y de consignas acompañadas de muchos beneficios económicos.

  El peligro de deslumbramiento es evidente. El sentimiento político es despiadado e inhumano arrasando con toda sensibilidad y solidaridad. Nadie está dispuesto a perder puestos por razones de conciencia. Ante una oferta atractiva de poder e influencia, no hay nada que objetar, no hay nadie que se resista. Necesitamos, sin embargo, nuevas personalidades morales como Sócrates, Jesús de Nazareth, Tomas Moro, Ghandy. No existe una ética política basada en la conciencia libre y bien formada. Nadie está dispuesto a convertir la visión moral del mundo en la primera “constitución” de los sistemas políticos. Creen más en las estrategias de liderato, en la psicología de las masas, en el conductismo social que en la fuerza de los valores, de las convicciones o de las leyes.

  Existe un personalismo en política que es muy peligroso pues muchos de ellos nos han conducido a grandes desastres en la historia. Las sociedades modernas son muy complejas en intereses y en organizaciones. La organización y los sistemas sociales (clase, producción, capitalismo, socialismo) ahogan y anulan la acción de la conciencia individual. No existe libertad de conciencia ni conciencia de libertad frente a la presión y al acoso que ejercen sobre ella los poderes políticos y económicos. Un ejemplo de ello es la profesión periodística. Ya no hay periodismo como ejercicio de la libertad de información, de opinión o de expresión

  . Está todo enmarcado en los grandes intereses empresariales, la llamada industria de la conciencia o la empresa de la información. Los medios tecnológicos se han convertido en el centro y han desplazado la legitimidad del mensaje. No interesa el verdadero contenido de la información sino su impacto en la sociedad. Lo importante no es la noticia sino que el mismo impacto es ya noticia. No se informa de la realidad, no se transmite la verdad, no se opina o expresa lo que uno piensa sino lo que previamente agrada a los que esperan que digas lo que ellos piensan. No existe pensamiento individual sino pensamiento organizacional, pensamiento oficial, pensamiento único y homologado. Así no avanza la conciencia sino que desaparece en brazos de los intereses económicos.