De mi coche nuevo
15/12/2014 - 23:00
Por razones que no vienen al caso, me he visto en la necesidad de cambiar de coche. No entiendo de coches y no soy capaz de disfrutarlos, con lo que tenía claro, que no quería gastarme mucho.
En cualquier caso, siempre he pensado, que la mejor marca de coches es la marca Nuevo. Sin embargo, enredando por un internet, un anuncio llamó poderosamente mi atención:
Se vende Honda CRV 1.6 Diesel Elegance por 150.
Al principio pensé que serían cuotas mensuales. Cual sería mi sorpresa, cuando después de ver el modelo de coche y llamar, me lo coge una señora y me dice que es el precio total del coche.
Después de comprobar que no había ninguna cámara oculta, continué con la conversación y no sin cierto recelo, concerté una cita con la propietaria. Quedamos directamente en el concesionario Honda. Estaban poniendo un cartel sobre el fichaje de Alonso. Quién te ha visto y quién te ve Fernandito.
Mi vendedora, una cincuentona bien conservada, vestía sobria y elegantemente. No sin tristeza en su mirada, me explicó que el coche llevaba 30 días matriculado y que no había salido del concesionario en ese tiempo.
Nos dirigimos a ver el coche y allí se personó el jefe de ventas, confirmándome lo que la señora me había indicado. Con lo que para acabar de rematar la operación, nos acercamos a una cafetería cercana. Una vez nos hemos sentado, insisto en preguntarle por el precio y la señora:
 -Son 150 por el coche tal cual está. La transferencia la paga usted.
Vuelvo a mirar a mí alrededor y sigo sin ver la cámara oculta. Con lo que directamente le increpo, creo que si es una broma, ha ido demasiado lejos.
Ella se acalora y se enoja sobremanera. No me quiere dar explicación alguna sobre el precio. Me dice que ya han ido 12 personas a ver el coche y que al final creen que hay gato encerrado y se marchan sin comprarlo.
Después de una hora de paciencia, mucho cariño y mimo en mis palabras, dos tilas y una manzanilla para ella y dos cafeses masticables para mí, consigo darle la confianza suficiente para que, con la mirada helada y cara de mala leche me diga:
 -El coche lo había comprado, el cabrón de mi marido. Pero tres días antes de ir a recogerlo, murió de una enfermedad que le habían detectado hacía tres meses, sin que ninguno supiéramos nada, hasta 15 días antes.
-Vaya lo siento- acierto a decir.
-Tranquilo, no pasa nada. No nos ha dejado a mis hijos y a mí, más que las cuentas peladas, una hipoteca sin seguro y una pensión de menos de 600 . Y claro, este coche, pagado en su totalidad, eso sí. Pensamos que era un capricho de última hora, total, pobre hombre si se va a morir, que no lo haga con ese pesar. Si sí capricho, a la hora de abrir el testamento, vemos que deja el vehículo, para que sea vendido, legando el importe que se obtenga del mismo a su querídisima secretaria María.
Que la fuerza os acompañe.