De promesas y realidades

15/09/2011 - 00:00 Redacción



Muchos molineses se arremolinaban ayer en el que será el emplazamiento del futuro Parador Nacional de Turismo para presenciar un acontecimiento histórico. Por fin, y después de más de cuatro años de espera, se colocaba la primera piedra de lo que se plantea como el motor de desarrollo para toda la Comarca del Señorío. Hace escasamente un mes el Consejo de Ministros autorizaba la inversión de 29,7 millones de euros para construirlo, pero eso no venía a conformar a unos vecinos que ven cómo las promesas de futuro hechas en periodos electorales se van quedando, solo en eso, en promesas. Quizá por ello, o porque las elecciones del 20 de noviembre se acercan y todos los modos de conseguir votos son bienvenidos, el secretario general de Turismo y Comercio, Joan Mesquida, acompañado por miembros de la Corporación municipal, con su alcalde a la cabeza, David Pascual se arremangaba y paleta en mano enterraba la urna que da fe de que en esta fecha se iniciaban, al menos, virtualmente, las ansiadas obras. Sin embargo el escepticismo sigue invadiendo a buena parte de los molineses que consideran que esta nueva fotografía podría no ser más que un juego si las obras no se convierten en una realidad. En los tiempos que corren, con recortes y apuros económicos a la orden del día, se antoja difícil que el Estado mantenga como prioridad dotar a Molina de un parador. Para despejar dudas, Mesquida afirmaba “que se trata de un punto de no retorno”, asegurando sentirse satisfecho por el hecho de que “los trabajos que han desarrollado durante cuatro años las administraciones implicadas haya dado sus frutos”. Sin embargo, muchos son los que ven en este acto visos de una nueva burla para la zona. Otros, creen que no se trata más que de un caramelo envenenado que el actual Ejecutivo deja para que desenrede el previsible nuevo Gobierno central que saldrá de las próximas elecciones generales y que todo apunta supondría un cambio de signo político. Los menos, son optimistas. Igual está vez las promesas se convierten en realidad.