Debate sobre la autonomía de los centros educativos

06/04/2011 - 00:00 Antonio de Miguel Antón

Creo que algo empieza a cambiar en la sociedad, o al menos a mi me lo parece. Parece ser que ahora la Consejería de Educación en Castilla la Mancha valora el dialogo y la participación con los profesores y quiere que estos sean la base sobre la que se construya la normativa sobre autonomía, para llevarnos a buen puerto en esto de mejorar la calidad de la enseñanza. Nos han pedido ideas y sugerencias para enriquecer un documento, que hoy nace como debate, pero que mañana será una normativa de autonomía para la gestión de centros educativos. Podría hablaros aquí y ahora sobre los males y necesidades de nuestra educación, de las ideas y cosas que habría que intentar hacer, para hacer frente a las numerosas cosas sin sentido que se lanzan desde el poder establecido del mundo de la pedagogía y de nuestros gestores y políticos educativos. Podría hablaros de cómo esta futura ley ha de permitir a los centros educativos adaptarse a sus particularidades, a su contexto, dando una mejor respuesta a las necesidades. De qué su éxito dependerá de cómo se haga, de cómo se aplique y de que indefectiblemente, debería ir acompañada de otras medidas para no perjudicar seriamente a los centros que menos posibilidades y recursos tengan.

  Podría también hablaros de cómo día tras día los maestros y profesores perdemos ilusión y ganas y creemos que apenas hay un mínimo sentido en la educación; que se ha perdido la verdadera esencia de la educación; que perdemos más tiempo en pura burocracia en papeleo repetitivo, en reuniones estériles, en tortuosas programaciones, en repetitivos informes, en interminables cuestionarios y en decorativos dosieres que en preparar las clases. Podría deciros como nos sentimos, hablaros de nuestra impotencia, de que remamos contracorriente, de que los padres cada vez más ocupados viven inmersos en sus intereses, nos dejan a sus hijos y se desvinculan de su educación.

   Podría hablaros de cómo la mayoría de nuestros alumnos no quieren aprender y estos están junto a los que si quieren aprender ¿Dónde queda la libertad de los alumnos que quieren aprender? Se perjudica a todos sin beneficiar a nadie, acentuándose las desigualdades que se pretenden paliar. Podría hablaros de la realidad de la educación, de los problemas reales provocados por instituciones muy envaradas, por sistemas de organización un poco arcaicos, por modelos educativos un tanto cuestionables, por incoherencias de los gestores, de padres y profesores en torno al arte de educar.

  Podría hablaros de las dichositas medallas que nuestros gestores intentan colocarse con intereses electoralistas y partidistas, pero que luego no tiene una respuesta eficaz en el proceso de enseñanza-aprendizaje.

  Debería hablaros de la medalla digital y ese derroche de ordenadores. De la realidad de los centros bilingües de la comunidad, de cómo estos centros no consiguen de una forma real y sincera el uso de una lengua extranjera como lengua vehicular en diferentes áreas o materias. Debería hablaros de cómo se atiende a la diversidad de alumnado que hay en las aulas; del cuestionado, criticado y populista programa de préstamo-reutilización de libros; de la realidad de la formación del profesorado, de cómo nos innovamos y actualizamos; del derroche de medios y recursos en las pruebas de diagnóstico para decirnos el aterrador fracaso escolar que hay, ya, si lo que hay que hacer es poner el remedio. Debería hablaros de los programas Comenius, y un sinfín de costosos programas que hay “vanguardistas e innovadores”, gestionados por un numerosísimo grupo de responsables, coordinadores, jefes de sección, asesores de interminables unidades de programas y centros de profesores. Menudo derroche de medios. Debería hablaros de los planes de mejora que hay en numerosos centros educativos y en qué consisten, de cómo se olvida la verdadera esencia de esos planes: mejorar la calidad y minimizar los riesgos de abandono.

   Debería también hablaros de otro asunto que también determina e influye en ofrecer una educación de calidad; son las relaciones laborales y la amistad en los centros educativos de trabajo. Respecto a este tema siempre he pensado que confundimos confianza laboral con amistad, mezclando en muchos casos vida privada y trabajo. En muchas ocasiones las decisiones laborales vienen determinadas por si nos cae bien o no la persona que tenemos al lado y de esta forma tenemos una respuesta u otra, asignamos un proyecto o no, favorecemos su trabajo o no, tenemos más detalles o no, ensalzamos lo que hace o lo tiramos por tierra. Además, tendría que hablaros de la enseñanza de la religión y de como tendríamos que hacer que estas enseñanzas se diesen en condiciones iguales que el resto de disciplinas fundamentales (Áreas) y también a su alternativa (la antigua Ética). Esto si sería un verdadera educación de las religiones. Si no, tal vez lo mejor sería dejar la religión dentro del ámbito privado de cada persona y alejarlo de la escuela, buscando otros lugares para esta educación religiosa.

   Debería hablaros de cómo el modelo de inspección educativa está demasiado burocratizado, y muy alejado de la realidad de las aulas. Reina el control frente a la ayuda y el asesoramiento. No conocen al profesorado de los centros, únicamente se relacionan con el director o el jefe de estudios. Prima lo burócrata frente a lo pedagógico.

  Es un cuerpo administrativo muy endogámico, una casta vamos. Esta acción inspectora necesita modernizarse y salir de sus alejados y maravillosos despachos para entrar en las aulas y conocer la realidad educativa y así conocer la verdadera esencia del proceso de enseñanza-aprendizaje. De esta forma ayudarán, supervisarán y actuarán contribuyendo a la calidad de la enseñanza de una forma sincera y efectiva. Debería hablaros de todo esto y más; pero de lo que realmente quiero hablaros es de mí. Hace tiempo que dejé de creer en las palabras, en promesas y en ideas maravillosas; ya solo creo en la actitud y en la conducta del ser humano, por eso necesito ver hechos y necesito ver esta autonomía de los centros convertida en hechos reales de la cotidianeidad de nuestros centros educativos. “Las palabras se gastan y malgastan hasta multiplicar o perder su significado”.