Dedicado a las madres
Todos los días de nuestra vida tenemos presente a las personas que nos amaron y en especial a nuestros padres que nos ayudaron en el camino de nuestra vida. Los que aún gozan de la presencia de los padres, al despertar cada mañana pueden abrazar, como ellos fueron abrazados cuando nacieron. Los que tenemos el recuerdo y ya no están en nuestra presencia, elevamos nuestra mirada al cielo o bien al álbum de aquellas imágenes que guardamos y que tantas veces las acariciamos.
Para todas las madres expresamos nuestro mayor agradecimiento. ¿Gracias madre, por haberme dado tanto! ¡Gracias madre! Tú que pusiste en marcha y diste cuerda al motor, reloj de mi corazón, de mi vida, de mis esperanzas. ¡Gracias madre! Tú que entrelazaste mis venas entre vigilias y sueños; y que me ofreciste tu sangre, tu genética, tu vida, tu fe. ¡Gracias madre! Tú me diste dos ojos por luceros, para descubrir la belleza del mundo y poder contemplar tu sonrisa, para que así yo aprendiera a sonreírte y descubriera tu incomparable hermosura.
Me diste dos oídos para poder percibir las sinfonías externas y escuchar tu bendita voz de madre; y dos mejillas que tejiste de piel sensible y suave, para recibir tus caricias, tus arrullos, tus besos de madre. ¡Gracias madre, por haberme dado dos manos y dos brazos para poder refugiarme, agarrarme a tu cuello seguro y esbelto! Y formaste mis dos pies para poder seguir tus pasos. Gracias madre por tu gran generosidad, por la inmensidad de tu amor y por tu incomparable ternura. ¡Sí, gracias madre, por haberme dado tanto!