Déjame que te cuente que la educación no es un cuento
Entre todas las desigualdades que tienen lugar en nuestra sociedad, una de las más extendidas a lo largo de la Historia en la mayor parte del planeta es la desigualdad de derechos y oportunidades entre hombres y mujeres. Las consecuencias de esta desigualdad son claramente visibles en el ámbito de la educación. A pesar de tratarse de un derecho recogido en la Declaración de los Derechos Humanos y en la Convención Internacional de los Derechos de la Infancia, la discriminación de las mujeres y las niñas en el ejercicio del derecho a la educación es una realidad. De los 759 millones de personas adultas sin alfabetizar en el mundo, dos tercios son mujeres y de los 69 millones de niños y niñas que están sin escolarizar, el 54% son niñas. Estos datos reflejan las mayores dificultades que encuentran las mujeres y las niñas para ir al colegio y completar el tiempo de escolarización básica. Son muchas las causas de abandono escolar que afectan de manera específica a las niñas: agresiones en la escuela o en el camino a la misma, matrimonios y embarazos precoces o problemas de salud.
Además, en caso de que la familia se vea en la necesidad de elegir, son los niños quienes continúan en la escuela y las niñas quiénes abandonan. Pero la educación no solo refleja las consecuencias de la discriminación de las mujeres y de las niñas, sino que también puede jugar un papel importante en las causas de la desigualdad. En efecto, la educación puede contribuir a perpetuar esta situación o, por el contrario, puede convertirse en una potente herramienta de cambio. Mujeres con estudios adquieren un papel protagonista en la formación de sus comunidades y son capaces de controlar mejor sus propias vidas. Tienen mayores oportunidades de ser agentes de su propio desarrollo, así como del de sus familias y comunidades.
Todo ello, sin duda, contribuye a revertir las causas de la desigualdad entre hombres y mujeres y a construir una sociedad más justa para todas y todos. Por otra parte, la educación contribuye a formar personas críticas, conscientes y comprometidas, capaces de exigir a los poderes políticos y económicos las medidas oportunas para que se cumplan los compromisos adquiridos en materia de educación e igualdad entre hombres y mujeres. En el año 2011 conmemoramos el centenario del Día Internacional de la Mujer y, por ello, la Campaña Mundial por la Educación ha decidido centrar la Semana de Acción Mundial por la Educación (SAME), que tendrá lugar entre el 11 y el 17 de abril, en el derecho a la educación de las mujeres y las niñas. Este año bajo el lema la educación no es un cuento: por los derechos de las niñas y las mujeres, escolares de todo el mundo trabajarán sobre esta realidad desde distintos ángulos en función de su edad y participarán en las movilizaciones que organiza la Campaña en los diversos lugares con un objetivo común: llamar la atención de la sociedad y reivindicar que se tomen las medidas oportunas para que se cumpla el derecho a la educación de todos y todas.
Una ciudadanía más crítica y comprometida con esta realidad es clave para revertir las causas de la desigualdad y la SAME, sin duda, contribuirá a este objetivo. Pero para favorecer un compromiso firme basado en estilos y proyectos vitales, es importante llevar esta cuestión al corazón de la educación, promoviendo la igualdad entre niños y niñas. La desigualdad de derechos y oportunidades entre hombres y mujeres ha estado y está presente, en mayor o menor medida, en todas las sociedades. Según muestran los sucesivos informes sobre Desarrollo Humano elaborados por las Naciones Unidas, no hay ningún país del mundo en el que las mujeres tengan las mismas oportunidades que los hombres. Si queremos combatir de manera efectiva la discriminación en la educación, la feminización de la pobreza y otros procesos que atentan contra los derechos de las mujeres, tenemos que tener en cuenta que sus causas no están solamente en los países del Sur, sino que son interdependientes con nuestras sociedades.
Es decir, es necesario que cambiemos nosotros y nosotras (los y las del Norte) para contribuir a que el mundo cambie. Por ello es importante que en nuestras escuelas contribuyamos a que cada persona, independientemente de su sexo, descubra, despierte e incremente sus posibilidades creativas, encontrando el tesoro escondido en cada niña y en cada niño. Solo así podremos construir una sociedad donde realmente los hombres y las mujeres tengan los derechos y las oportunidades necesarias para llevar a cabo sus proyectos vitales, crecer como personas e implicarse en el desarrollo de sus comunidades. .