Democracia emocional

06/11/2014 - 23:00 Jesús Fenández

La cultura, la vida, los valores, las leyes, la educación, la economía, la ciencia, la política, la democracia hay que hacerlas siempre con un sentido de responsabilidad intergeneracional. No podemos cargar o imponer a las generaciones venideras nuestro modo de vivir. Y sin embargo, existe un sentido de transmisión, de legar y de heredar como algo esencial a la historia. La crisis europea actual es una crisis de la democracia. La génesis de la mentalidad actual de nuestros políticos es muy sencilla de explicar en función de dos referencias como son la apertura democrática y el bienestar. Cuando llegó la democracia, muchos ciudadanos, especialmente jóvenes, vieron la posibilidad de acceder al activismo político mediante la estructura de los partidos. Entraron en su organización y jerarquía piramidal. En su atractivo, vieron la posibilidad de solucionar su situación económica mediante el “empleo político” o, como se decía, entrar en política. Hay que decir que, después de tantos años de sequía o dictadura, los hombres de la transición, los protagonistas del periodo constituyente intentaron favorecer la creación de partidos pues no había una cultura de la participación. Para ello, mimaron la legislación relativa a ellos, como es, la financiación, la pertenencia, los privilegios, los cargos, las compatibilidades, la remuneración. Así se creó una clase política rodeada de prebendas y privilegios hasta alcanzar la inmunidad en algunos asuntos.
Eso fue un error. Se politizó todo en la vida social. A esto hay que añadir la existencia de una sociedad de la abundancia y del bienestar. El desarrollo económico en el siglo XX, coincidente con la entrada de nuestro país en la Unión Europea, ha desviado hacia España muchos fondos y recursos procedentes de la recaudación y del reparto fiscal global. Nuestros políticos se encontraron, de la noche a la mañana, con mucho dinero y subvenciones que repartir, muchas comisiones de análisis y contratación, de asignación. Había muchas inversiones a realizar en una estricta justicia basada en la igualdad y objetividad que no se han respetado. No estaban preparados para ser gestores y se buscaron o se pusieron al frente de organismos personas con perfiles políticos, con mucha avidez económica y soberbia personal. Acudamos a una metáfora. Imaginemos que, en un día especialmente caluroso, una persona sedienta permanece sentada, con las manos atadas a la espalda, viendo pasar delante de sus ojos, una corriente de agua fresca.
Y no puede hacer nada para beber o saciar su sed. Así son los políticos. Pasa mucho dinero (a veces no sólo virtual sino físico) por sus manos y tienen que decidir sobre muchas partidas del presupuesto. Actualmente existe una mayor movilización social y ética y caminamos hacia la formación de un sujeto social mayoritario. Aumenta la exigencia de responsabilidad y transparencia con menos sombras oscuras de impunidad. La corrupción es una patología antropológica (el hombre naturalmente malo) y una epidemia social. Nos olvidamos que todos los procesos sociales (gobernantes, elecciones, representaciones, instituciones) tienen un origen y componente psicológico y moral en una realidad personal mixta o mezcla de ambas dimensiones que llamamos conciencia, o sea sujeto y deber. Afortunadamente la sociedad actual tiene todavía capacidad de asombro y reacción fruto de una conmoción. Pero no es buena la política emocional, la política del vértigo que es lo que se está viendo en estos días. ”