Democracia popular

10/02/2015 - 23:00 Jesús Fernández

¿Hablar de democracia popular o populismos es un pleonasmo, una repetición, pues ya el término “democracia” incluye el poder del pueblo. Históricamente, esta denominación surge en el siglo XX, en plena guerra fría, para designar los regímenes de la órbita comunista (con la hegemonía de partido único) que intentaban desmarcarse de las llamadas –según ellos- democracias capitalistas. La democracia siempre es popular pero el pueblo no siempre se libra de manipulaciones y no le llegan las propuestas desinteresadamente. El mismo engaño sucedía con las repúblicas populares dirigidas por una clase elitista de gobernantes y privilegiados. El pueblo sólo sirve para dar el apellido a auténticos regímenes dictatoriales. En ellos, la confusión o identificación entre partido y Estado es fundamental. Sin embargo también entre nosotros hay una gran coincidencia entre partidos y poder del Estado pues todos aspiran a “conquistar” y ejercer el poder que hay en él. El recurso a esta expresión (democracia popular) fue una maniobra de los países comunistas para realizar el tránsito de una dictadura a otra llamada la dictadura del proletariado socialista.Así engañaban al pueblo pues estos gobernantes soñaban con una sociedad sin clases, es decir, sólo con la hegemonía de la clase obrera dominada por ellos, por el único partido comunista existente y permitido. Era un partido de Estado donde no se toleraba ninguna oposición ya viniese de los intelectuales, de los escritores, de los obreros, de los sindicatos, de las confesiones religiosas. Todo estaba controlado por el Estado y el Estado era el partido y en el partido estaba el Estado. Ahí terminaba todo sueño de libertad, pluralismo y democracia. Lo mismo sucede actualmente con los populismo emergentes. La palabra “popular” se atribuye o se adscribe a muchas cosas en la política de hoy. La educación, la economía, la información, la cultura, la libertad, la voluntad, los derechos. Todos apelan a ella para legitimar sus intereses ocultos y de clase dominante. Democracias formales pero no reales, hemos dicho otras veces. Nosotros queremos hacer de la democracia nuestra forma de pensar y de vivir. La democracia o igualdad de derechos tiene que presidir tanto la vida privada como la actuación o conducta pública así como regular las relaciones de los ciudadanos entre sí y de ellos con el Estado. Las relaciones democráticas se basan en argumentos, en razones convertidas en leyes y no en mandatos o en el uso de la fuerza y del poder. No podemos camuflar la democracia en un militarismo civil.