Desconexión religiosa

07/12/2015 - 23:00 Jesús Fernández

La religión no se presenta a las elecciones. El ateismo tampoco debería comparecer. Son otros sistemas totalitarios los interesados en presentarles. Cuando hablan de la privacidad de las creencias, no son coherentes pues, llegados al poder, expropian la religión. No respetan la libertad religiosa en la gestión de los derechos humanos. El laicismo es tan fundamentalista como la religiosidad pues prescinde de la racionalidad humana. El ateismo rima con radicalismo. Es una gran estafa a la población. El secesionismo se aplica también a la visión del mundo y de la vida que tienen las personas o los ciudadanos creyentes. Sin embargo, esos mismos intelectuales o gobernantes que ejercen de críticos y perseguidores de la religión necesitan la comparecencia de los valores religiosos cuando se trata de solucionar conflictos colectivos de violencia, desigualdad, pobreza, terrorismo, insurrección. Entonces se apresuran a invocar y convocar las creencias de la población en general. Pero antes se han preocupado de expulsar y desconectar a la religión de los sistemas educativos y culturales. La religión y el cristianismo, en concreto, contribuyen a la calidad democrática de los países occidentales pues aporta certidumbres, seguridad, control de las pasiones, fidelidad y compromiso a la vida comunitaria. La Iglesia Católica no busca la confluencia, identificación o coincidencia con ningún negocio o partido político en concreto. Son éstos los que tienen que atender a las exigencias de la conciencia religiosa interpretada por las diferentes confesiones. Dejemos las alturas de los conceptos y veamos el laicismo improvisado que los partidos del socialismo y marxismo ateo preparan para consumir en esta temporada. La sociedad es la misma pero las ofertas son más variadas y los mensajes se disfrazan de pluralismo o se adaptan para la ocasión.
El mercado de adhesiones y elecciones está escaso y hay más oferta que demanda electoral. Por tanto es necesario vender ideología y sectarismo fustigando resentimientos o para atraer fidelidades. Entonces se recurre a atacar a la religión y colateralmente a la Iglesia Católica como fenómeno mayoritario socio-religioso en nuestro tiempo. Es una lástima que el lenguaje amenazante, agresivo, combatiente, que utilizan por estos páramos, no lo repitan en otros enclaves o desiertos donde la identificación entre religión y política está creando tantos problemas de convivencia multicultural y tanta discriminación de género y de violencia.
Los nuevos quijotes de la izquierda marxista luchan contra los molinos de viento de una Iglesia que ellos creen poderosa en lo temporal cuando, por el contrario, su poder reside en lo moral, en lo espiritual, en la dignidad y prestigio con que defiende las causas de los más débiles. Ese es el poder que ellos temen pues creen, con razón, que actúa en la conciencia de los ciudadanos. Se equivocan, igualmente, cuando sospechan de una alianza entre Iglesia y capitalismo. Hay mucho espejismo en este laicismo oficial y militante.