Dios crea de la nada
La Iglesia, a partir de las enseñanzas de la Sagrada Escritura, afirma en el Credo que Dios, Padre todopoderoso, es el creador del cielo y de la tierra. Con este aserto, los cristianos, al igual que los redactores del libro del Génesis, estamos haciendo una confesión de fe, estamos afirmando que las cosas existen desde el principio porque han sido creadas por Dios de la nada, de forma totalmente libre y amorosa.
Cuando un cristiano afirma que cree en Dios creador está diciendo que todo lo que hay en el mundo, aunque en ocasiones parezca confuso y enredado, está siempre sustentado por la sabiduría y el amor de Dios. Dios creó el mundo de la nada y lo sigue sustentando en su ser ahora, en este instante, con su mano poderosa. Teniendo en cuenta estas enseñanzas, no resulta posible entender la creación como un acto momentáneo de Dios ni como la acción de un artesano, que tiene el poder de producir toda clase de objetos a partir de la manipulación de un conjunto de elementos que le sirven de base para la realización de su obra.
De igual modo, tampoco podemos entender la creación como una acción limitada al origen de los seres. Puesto que la creación es donación de ser a lo que aún no es, la acción creadora debe ser coextensiva a la duración existencial del ser finito, así como a la actuación del mismo. Esto quiere decir que la conservación de los seres en la existencia es también fruto de la acción creadora de Dios. Podríamos afirmar que la creación es una acción continuada de Dios, pero sin que esto lleve consigo una creación nueva como la primera creación.
La razón de esta acción creadora de Dios, como conservación de los seres creados, tiene su fundamento en la necesaria asistencia del Creador para que los seres que han comenzado a existir continúen siendo. Los seres creados, al no tener el ser por sí mismos, dejarían de existir en el mismo instante en que cesara el influjo operativo de Dios que los mantiene en la existencia. Si no fuesen conservados en la existencia por el poder divino, los seres creados volverían a la nada.
En este sentido, los cristianos afirmamos que Dios no sólo puso el comienzo o dio al mundo el golpecito inicial, olvidándose posteriormente de él y dejándolo a su suerte. Dios gobierna constantemente el mundo, conduciéndolo hacia su fin. De este modo, la creación es la acción constante y coextensiva del tiempo de la creación. Si el brazo de Dios dejara de sostener el mundo, este se convertiría de nuevo en polvo, es decir, volvería a la nada: les retiras el aliento, y expiran y vuelven a ser polvo (Sal 104, 29).
La confianza en el poder de Dios que sustenta lo que existe, engendra en los creyentes la convicción de que Dios es la roca sobre la que se apoyan todas las cosas y, por tanto, es también quien las llevará a la plenitud para la que han sido creadas. Con esta convicción en la omnipotencia divina, los cristianos respondemos al porqué de la creación, es decir, estamos confesando que existe un mensaje divino grabado en la creación y ese mensaje es signo de la fidelidad amorosa de Dios, que da a sus criaturas el ser y la vida, el alimento y el agua, el tiempo y la luz.